Por Manuel García Verdecia
La Habana.- Es más que evidente que los ciudadanos cubanos atravesamos por momentos sumamente terribles. A pesar del desgaste de tantos años de esfuerzo para subsistir, aún persisten viejos problemas y se suman otros, agudizando aún más nuestra difícil situación, ante lo cual se apela a nuestro sacrificio.
Por eso repito aquí un comentario que ya expuse anteriormente. Creo que es bueno volver a reflexionar sobre el aunto:
Se apela constantemente a la adopción del sacrificio. O sea al mayor esfuerzo y la renuncia a beneficios inmediatos en pos de un objetivo, muchas veces no elegido por los sacrificados. Y el sacrificio es un mal necesario en muchas ocasiones. Se trata de dedicar las mayores fuerzas posibles y soportar enormes privaciones para lograr algo. De manera que el sacrificio es un medio último para alcanzar algo deseado. Y si se quiere conseguir otra meta se puede hacer un nuevo sacrificio, pero no se puede vivir en permanente sacrificio. La vida en perpetuo e inacabable sacrificio es un infierno.
Es en el logro de lo ansiado, en el tiempo más pronto y con el menor rigor, que alcanza sentido el sacrificio.
Sin embargo este no se puede convertir en un estilo o en un sentido de vida: sacrificarse para seguir sacrificándose. La vida es el mayor don del ser humano y es algo limitado, único e irrepetible. No se puede hipotecar el disfrute de la existencia en pos de algo incierto y poco viable. La vida es para vivirla hoy y del mejor modo posible.
Además se suele ver que casi siempre son las personas más desfavorecidas las que más se sacrifican. Como decía Martí: «Tienen las gentes humildes sacrificios heroicos, a las veces más altos que los que por circunstancias de azar logran premio y renombre.»
Tengámoslo presente.
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