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Por Manuel Viera ()
La Habana.- Para saber lo equivocado que está el comunismo solo hay que ir al mercado y analizarlo. Escasean los alimentos del campo: arroz, papas, frijoles y la carne de cerdo, allí donde el Estado mantiene trabas y regula precios al campesino e intermediarios en el comercio.
Allí donde el Estado establece miles de medidas, incluso llega a monopolizar algunos cultivos y cría de animales.
Tampoco bajan los precios de productos a los que se topan los precios de forma interminable, una y otra vez, como el pollo, el aceite, la leche en polvo, las salchichas, los embutidos o las carnes molidas.
Estos se mantienen siendo escasos y sus precios, casi de contrabando a la vista de todos, siguen siendo incluso muy superiores al límite absurdamente establecido.
Por otro lado, funcionan de forma híbrida ciertos matices capitalistas en productos olvidados por el todocontrolador Estado, como el tomate o los huevos, que hoy son más abundantes en el mercado y que por sí solos poco a poco han ajustado sus precios ante el incremento de la oferta.
En el caso del tomate, por ejemplo, llegó a costar 600 pesos una libra y hoy se encuentra hasta en 40 pesos para una reducción de mil 500 por ciento, resultando, incluso, mucho más barato que el precio al que se intento topar la libra al campesino.
El huevo, por su parte, llegó a costar cuatro mil pesos el cartón y ahora se comercializa en la capital a 2000 pesos.
Cosas como estas no hacen más que demostrar cuán absurdas e ilógicas son las medidas de regulación de precios que parten del Estado y que no hacen más que reconocer su incapacidad para motivar, incentivar, aumentar la producción e incrementar la oferta de alimentos en el mercado.
La realidad es el peor enemigo del comunismo. El capitalismo y sus leyes de mercado son la única vía posible a la creación de bienestar para el pueblo.
Ahí está, visible ante los ojos de todos! Cualquier otra teoría por muy romántica que sea, no es más que puro cuento.
Para justificar el hipercontrol que atenta contra las leyes del mercado y la producción, apelan a la equidad y la justicia social.
Luego de destruir la economía, sólo consiguen una sociedad sin bienestar, sin equidad y sin justicia social, incluso mucho más salvaje e injusta que la sociedad capitalista.
La realidad termina tragándose a la utopía y la terquedad termina por destruir la sociedad. Y ahí estamos: parados sobre la terquedad, como detenidos en el tiempo mientras todo se destruye.