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Por Javier Bobadilla ()
La Habana.- La nostalgiaa nostalgia fue más fuerte, y subí a visitar mi facultad. La encontré vacía, pero no me esperaba otra cosa.
Me gradué de Ciencias de la Computación hace casi 20 años, en MatCom, UH. Sin honores. Me gradué y punto. Fueron los mejores 5 años de mi vida, y a la vez los más difíciles. Para alguien que venía de un técnico medio, aquello fue un choque académico demoledor.
No sabía nada de matemática, o mejor dicho, sí sabía, pero no la que se suponía que supiera. Mi primer año fue, mirándolo con ojo benigno, azaroso. Llegué a segundo por obra y gracia. Segundo fue como correr por un campo minado de Matemática Discreta. A tercero llegué casi sin pelo. A cuarto, nadie sabe cómo.
Pero después de esos 3 años, era una persona diferente. Yo era el tipo bruto del aula, pero cuando salía de ahí, el resto del mundo era en cámara lenta. A palos me volvieron rápido. Rompieron todo lo que tenía dentro y me hicieron sentarme a reconstruirlo, a veces con instrucciones, a veces sin.
Para ciertas cosas nunca hay instrucciones. El cerebro consciente nunca las llega a aprender. Se van a otro lugar -más grande y más poderoso-, de la mente. Rebelarse es una de ellas.
Para los demás, nosotros éramos los que vivían en el templo ese de allá enfrente, y éramos raros. Hablábamos una mierda delirante salpicada de referencias a cosas que no venían a cuento, y teníamos muy poco tiempo libre.
No he cambiado mucho desde entonces.
Al día de hoy, cuando alguien nos pregunta qué aprendimos ahí, algunos respondemos que nada. Que ahí aprendimos a aprender.
Aprendimos también que en este país no teníamos futuro. Ni yo, ni los títulos de oro. Ante el porvenir, todos éramos iguales. He vivido sin futuro desde entonces. Me tomó 14 años darme cuenta que sin futuro no hay nada que perder. Recuerden que yo era el lento de la clase.
Los de ahora lo entendieron mucho más rápido.
¿Se protesta por los gigas de datos?
El ser cubano puede vivir sin comida, sin agua, sin gas, pero no sin reels de Instagram. El secreto está en los reels. En el apagón, lo más terrible no es el calor ni la oscuridad. Es la voz. Hay una voz, que solo se calla con los reels. Y esa voz enloquece a los que la escuchan.
A mí no. Yo me siento a conversar con esa voz. Yo vivo en un disparo de adrenalina, sujetando la vida con la punta de los dedos. Y quisiera aconsejarte que hagas lo mismo. Esa voz solo dice verdades.
Si tienes más de 40 años y sigues viviendo en Cuba, muy seguramente no tienes ni siquiera posibilidades de futuro, y eso lo puedo entender. Puedes estarte muriendo de miedo, y eso también lo puedo entender. Pero si incluso así no te conmueve que estos chamas hayan descubierto que aunque no tengan futuro, a los 20 años todavía pueden y deben tener esperanzas, y están haciendo lo que están haciendo con una incertidumbre y una desesperación para las que no hay instrucciones, eres un desperdicio de ser humano y de mí no tendrás, nunca, nada más que asco y desprecio.
¿Se protesta por los gigas de datos?
Ese lugar de allá atrás es sagrado. Ese es mi templo, ahí me hicieron.
¿Los chamas?
Ni siquiera me conocen, y no me hace falta. Ellos son el futuro que nunca voy a tener.