Enter your email address below and subscribe to our newsletter

CASTRO Y EL CARTEL DE LA SIERRA MAESTRA

Comparte esta noticia

Por Alfredo López

Según afirmó uno de los líderes del ejército rebelde, el señor Carlos Franqui, cito: “Durante la lucha de guerrillas en la Sierra Maestra, en los años 1957-58, los rebeldes descubrimos una verdad mantenida por años en sordina: en la Sierra Maestra y otras montañas se cultivaba la marihuana consumida en la isla. La Sierra Maestra era un sitio inhóspito, aislado, frecuente refugio de marginados, campesinos sin tierra, fuera de leyes y de clanes familiares y sociales”.

Lo que Franqui afirmó no incluye el hecho de que Castro conocía de antemano el terreno que pisaría. Además, sabía los contactos que tendría que realizar entre los bandoleros que pululaban en la Sierra y que compartirían el mismo territorio donde realizaría sus operaciones guerrilleras.

Para muchos jefes del Ejército Rebelde el encuentro con los delincuentes y bandidos de las montañas fue un hecho casual. Para ellos todo era un problema que tendrían que resolver eliminando el tráfico. Esto estaba lejos de las verdaderas intenciones de Castro, que siempre esperó que este contacto le rindiera beneficios económicos para mantener la guerra como ocurrió en realidad.

Según señala Franqui en sus notas publicadas en el Diario Digital “El Veraz” de San Juan de Puerto Rico, en encuentros entre la dirección del movimiento en la Sierra se comentó la necesidad de eliminar el cultivo de la hoja. Juzguen ustedes mismos las orientaciones de Castro y cito:

“La primera decisión de Faustino con nuestro apoyo fue prohibir el cultivo de marihuana en nuestros territorios y ordenar su destrucción. Fidel Castro lo impidió con el argumento de que: Si prohibimos el cultivo de la marihuana, nos echaremos de enemigos a los campesinos y traficantes y perderemos la guerra.»

Con el napoleónico razonamiento de que el fin justifica los medios Castro dio luz verde al cultivo y tráfico de la marihuana. Sacó tajadas monetarias que engrosaron sus fondos para “financiar la guerra”.

Pero, ¿cómo fue el contacto real del tirano Fidel Castro con el cartel de la Sierra?

El padrino de la Sierra Maestra

Crescensio Pérez, el hombre fuerte de la Sierra, era un delincuente que controlaba la siembra de la marihuana en el oriente del país. Este cacique era el amo de las cosechas de marihuana y dominaba con sus hombres la distribución de la droga en el llano.

Mucho se ha comentado que el movimiento 26 de Julio, a través de Celia Sánchez, había entrado en contacto con residentes de la zona. Ellos le señalaron a Crescencio Pérez como el hombre a tener en cuenta en el futuro establecimiento de la guerrilla en las montañas de la Sierra. Esto deja descartada la coartada de Fidel Castro de que el encuentro con Crescencio Pérez haya sido casual.

Después del naufragio del yate Granma en las costas de las Coloradas las cosas siguieron desafortunadas para los expedicionarios. Maltrechos por los ataques de la aviación del ejército de Batista, el grupo se dispersó internándose en las estribaciones de la Sierra. Allí, el Cacique Crescencio, que conocía como nadie esos predios agrestes e inhóspitos, estaba alertado del desembarco y los fue a buscar.

Al encuentro con los expedicionarios del Granma, Crescencio envió a su mejor arriero de mulos, que conocía como nadie el terreno. Este era el actual comandante de la Revolución “Guillermo García”.

La dupla Crescencio Pérez y Guillermo García

García era uno de los peones del cacique, quien lo utilizaba para bajar de las lomas la marihuana en las arrías de mulos. Una vez en el llano, la droga era cargada por los distribuidores envueltos en el negocio.

Cuando al fin el bandolero topó con el grupo, para Castro fue la salvación. Pérez procuró mantenerlos a salvo, dándoles el abrigo que les libró de una muerte segura. Estos gestos nunca fueron olvidados por el futuro tirano Fidel Castro.

Crescencio fue la perla fina en los principios de la guerrilla, pues dominaba hasta el último rincón de la serranía. Era respetado y temido y, además, cooperó con Castro, financiando el incipiente grupo insurgente al que el dinero del tráfico de marihuana le sentó de maravillas.

No obstante, había que dotar al malhechor de otra leyenda, pues no podía presentarse al benefactor de la guerrilla como un traficante de marihuana. Entonces surge la historia urdida por Castro de que Crescencio Pérez era un Líder Campesino, “flagrante mentira”.

Silencio sobre el pasado narcotraficante

La leyenda inventada para el cacique salpicó a Guillermo García. Junto con otros dos bandoleros, Vitalio Acuña y Hermes Cordero, se incorporó al grupo insurgente tal y como lo hizo el jefe de estos.

Acuña y Cordero eran los lugartenientes de Crescencio en sus operaciones. Se les consideraba unos matones que supervisaban el trasiego de los sembrados y la comercialización del psicoactivo.

Así las cosas, los delincuentes traficantes, bandoleros y cuatreros se convirtieron de la noche a la mañana en “Héroes de la Revolución”. Esto fue obra y gracia de la marihuana, de la que vivieron buena parte de sus vidas.

Al triunfo de la revolución castrista, Crescencio ostentaba los grados de comandante al igual que Guillermo García. Mientras tanto, Vitalio (Vilo) Acuña fue ascendido a capitán, muriendo años más tarde en Bolivia, en la desastrosa campaña de Ernesto “Che” Guevara en el cono sur de América. En cuanto a Cordero, no sobrevivió al triunfo del 59 cayendo en combate.

Todos estos años Fidel Castro ha sepultado el caso de Crescencio Pérez, del que se sabe poco después del 59. Solo lo que el tirano le otorgó: unas tierras en Oriente que el otrora cuatrero administró al margen de las “leyes revolucionarias” con total impunidad.

Deja un comentario