LAS SEÑALES DE LOS TIEMPOS

SUGERENCIAS DEL REDACTOR JEFELAS SEÑALES DE LOS TIEMPOS

Por Braulio Pérez Hernández (Especial para El Vigía de Cuba)

Valladolid.- Yo no soy profeta, ni hijo de profeta; pero, muchas veces basta con abrir los ojos para ser capaces de pronosticar que en este 2025, salvo que ocurra un milagro, la crisis económico-social cubana solo empeorará, por mucho que los augures oficialistas anuncien lo contrario.

Durante años, la venta de esperanza fue una de los principales recursos para mantener al pueblo expectante a la posibilidad de un futuro que constaría de dos partes: primero, el regreso a la época de “vacas gordas”, en la que con cinco centavos se recorría La Habana. Luego, en un segundo tiempo, Cuba finalmente alcanzaría el status de sociedad próspera y sostenible, donde escasez y necesidad serían solo palabras exclusivas de los diccionarios. Esta idea consiguió mantener fieles a cientos de miles de cubanos durante la crisis de los noventas, y las primeras dos décadas del nuevo siglo, quiénes cada año posponían metas y sueños para cuando el periodo de abundancia se materializase.

Mi padre fue uno de esos creyentes. Una tarde, mientras veíamos un partido de fútbol, me confesó que en el año 96 había decidido permanecer en Cuba porque creía que el país podía renacer. Me contaba, con la voz a punto de quebrársele, como renunció a mi hermano de diez años, quien marchó con la madre hacia los Estados Unidos, sin saber que tardaría diecisiete años en volver a verlo. Sin embargo, cuando sucedió el reencuentro, mi padre, opuesto a los deseos de mi hermano y fiel a sus ideales, creyó una vez más que Cuba podía ser el mejor sitio para envejecer, pues se pronosticaban tiempos de lluvia y gran cosecha.

Contrario a lo profetizado, la economía cubana ha experimentado una implosión sin semejanza en la historia del país. El gobierno, cuyos discursos repetitivos siempre han insistido en la autarquía, ha sido incapaz de promover medidas eficientes para impulsar el desarrollo productivo. Por el contrario, cada paso solo ha servido para agravar la prolongada crisis que, en el nuevo año, solo parece poder empeorar.

Las señales de lo que se avecina son claras. Entre 2011 y 2016 la producción azucarera promedió 1,6 millones de toneladas; mientras, para el año 2019 comenzaba a notarse un descenso en los resultados de la zafra, pues solo se obtuvieron 1,3 millones de toneladas, que se oyen como la gloria cuando las comparamos con las risibles 350 mil producidas en 2024.

El azúcar es solo una pequeña biopsia de toda la industria agrícola, cuya ineficiencia e ineficacia ha provocado que se importen hasta el 80% de los alimentos, decayendo en una crisis de desabastecimiento nacional que golpea con más fuerzas a los sectores más desfavorecidos: niños, pensionados, ancianos, etcétera.

Por su parte, el gobierno ha puesto todos los huevos en la misma cesta y se ha centrado en el desarrollo del turismo, con una paupérrima estrategia caracterizada por la construcción masiva de hoteles, descuidando la calidad de los servicios. Al parecer, en las “altas esferas” se obvia que un aumento de la capacidad habitacional no tiene porque traducirse en más visitantes, que, en el caso de Cuba, apenas alcanzaron los dos millones, muy lejos de los más tres millones que viajaron a la isla en 2023, o de los 4,6 millones de turistas del 2018. Y no, no hay menos visitantes porque exista una crisis global dentro del turismo de sol y playa, sino porque los clientes prefieren visitar República Dominicana y otras islas del Caribe en la que se ofrecen mejores servicios e instalaciones de mayor calidad.

Cuba es un barco a la deriva que solo empeora, porque el capitán sigue renuente a soltar el timón. Hace tres años, los apagones eran de cuatro horas, luego de seis y ocho. Hace tres meses, cuando salí del país, los cortes duraban diez horas. En la actualidad, cuando la luz se va, nadie es capaz de asegurar si regresará, pues existe el miedo extendido de quedarse a oscuras para siempre.

En 2025 la profecía es clara: seguirán los apagones, la escasez no cesará, provocando un mayor malestar social que será reprimido por los “guardianes azules y verdes de la fe”. El hambre y la miseria aumentarán, mientras se multiplicarán los mendigos, también conocidos como deambulantes. Los precios seguirán buscando llegar al Olimpo, y los jóvenes continuarán poniendo mar y tierra entre sí y sus familias para aliviar las penurias con su sudor e ideas en otro país. No habrá victorias, solo dolor y nostalgia para todos, incluido mi padre, que ya no es creyente. Hace ya algún tiempo que renunció a la idea de quedarse en Cuba para ayudar a construir el socialismo. Ahora me escribe, deseando unirse pronto a mí, en España.

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