Por Esteban Fernández Roig ()
Miami.- Quede claro en que Cuba se fabricaron 15 millones de pares de zapatos en 1954.
Recuerdo que cuando tenía 11 años -obtenido del argot popular- aprendí que a los zapatos también les llamaban “tacos”, pero a mi madre no le agradó esa expresión y la deseché inmediatamente.
Durante toda mi vida en Güines siempre tenía dos pares de zapatos: Unos negros y otros carmelitas. Además tuve unos de dos tonos que me trajo mi padre de La Habana, de la Peletería “Casa Fraga”.
De muchachito hice el gran descubrimiento de que es mejor -y duran mucho más- tener solo dos pares de zapatos de piel que 20 pares de zapatos de mala calidad que dan mal olor en los pies. Los míos no eran ni una cosa ni la otra, era “Bulnes”.
Eran más económicos y los obtenía en una cuenta abierta en la peletería “La India” de Riverón para adquirir dos pares anuales pagados por mi tío Carlos Gomez de la Torre, el benefactor de la familia.
Me duraban mucho porque Neno, el zapatero remendón de al doblar de mi casa por Soparda (al lado del hogar de Albertico y Emilio Garcés) les ponía medias suelas.
Casi casi me los limpiaban todos los día porque en el parque me costaba un medio, y al frente les daba brillo Veloz -yo encaramado en una silla de limpiabotas- y me costaba 10 kilos.
Cuando descubrí los tenis los utilizaba para “el diario” (mami decía “para el ajetreo”) y los zapatos eran “para salir”.
El 10 de agosto de 1962, María Cobas me mandó a buscar, estaba pelando a una clienta y me dijo: “Mira, estos zapatos son casi nuevos, fueron de tu padrino Jaime Quintero Gómez, si te sirven llévatelos para el norte”.
Metí los vetustos “Bulnes” en el jabuco y llegué orgullosamente a Miami con los “Amadeos” del glorioso exalcalde puestos.
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