
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Eduardo Díaz Delgado ()
La Habana.- Hola, ¿cómo está la gente que me lee? Ya, ya, no me digan. Están encabronados por el apagón que hubo/hay y porque la comida se les echó a perder, o anda en eso. Entre muchas otras cosas, claro.
¿Te acuerdas que hace unos días salió un personaje en la TV diciendo que tienes que tener «autocontrol» y no explotar en redes? ¿Cómo vas con eso? Pero, ¿te acuerdas? Sí, ese que pone la voz grave y modula para parecer autoridad y amigo. El gordito de cara aplaudible… El que habla mierda con c… y mete miedo… ¡Eeeese!
Es que hay que ser verdaderamente cínico para destacar entre los títeres del gobierno cubano porque hay unos cuantos, pero Un-Brete López nos ha demostrado que siempre se puede caer más bajo. En su última función, decidió «recordar» las leyes mordaza en su programa,
«Hacemos (de) Cuba (un infierno)», como quien lanza una advertencia disfrazada de comentario casual. En un contexto donde la gente se manifiesta en redes cada vez más contra el gobierno, él nos recuerda que expresarse en contra del interés social -para las autoridades, el sistema- puede costarte el teléfono, multas de miles de pesos y quién sabe qué más.
Su monólogo no es más que un intento torpe y desesperado por intimidar a quienes se expresan en redes. Y lo que deja claro es que el control del gobierno, muy a pesar de que nosotros nos desesperemos, se está desmoronando.
Desde el inicio del programa, se lamenta de que «no hay autocontrol», es decir (lo que dijo y no dijo), que la gente ya no se calla por miedo. Eso, en Cuba, es un problema grave para el PCC (por cierto, ¿alguien sabe algo de Rogelio Polanco?).
La censura ha sido siempre un pilar fundamental del sistema, pero hasta hace unos años funcionaba con cierta comodidad porque la gente se autocensuraba. Hoy, el miedo está funcionando peor que la Guiteras.
Ahí entran personajes como Humberto, no a reprimir directamente, sino a recordarle a la gente que el miedo debería seguir ahí. Pero en su torpeza, tropieza con su propia retórica.
Asegura que las leyes están ahí para «tranquilizar el ambiente» y que, si la sociedad rechazara masivamente a los críticos, entonces no serían necesarias.
O sea, admite sin darse cuenta que la reacción natural de la gente no es condenar a quienes critican al gobierno (como antes), sino escucharlos. Peor aún, deja claro que el verdadero interés social hoy en Cuba no es defender la revolución, sino atacarla. (eso lo dijo el sin querer decirlo)
Las propias leyes que él invoca castigan a quienes «atenten contra el interés social». ¿Cómo justificas la represión por criticar al gobierno si el verdadero interés social es criticar al gobierno? Parfavarrr. Y en su afán por meter miedo, deja escapar otra verdad sin darse cuenta. Menciona que las multas que el gobierno impone a quienes se expresan contra el sistema ya no representan lo mismo que antes y que hay que «revalorizarlas».
Es decir, que 5.000 pesos —el salario de un médico— ya no tienen valor. De forma TORPE está reconociendo la brutal devaluación de la moneda y la inflación descontrolada, dos de los principales motivos del descontento popular. ¿Criminalizar a la gente por quejarse de algo que tú mismo admites? ¿En Serio? No tiene sentido. Se pisa la lengua a cada rato, por sucio.
Vamos a explicarlo clarito: Todo el mundo sabe que ellos pueden vigilar redes sociales, saben quién dice qué y cuándo. Si realmente tuvieran el poder absoluto, ya estarían aplicando esas multas en masa, decomisando teléfonos, metiendo gente presa sin tanto teatro. Pero no lo hacen, porque el costo político sería demasiado alto.
No pueden encarcelar a un país entero. Entonces, ¿qué les queda? Usar al títere como su perro de presa para tratar de asustar a la gente. Pero el problema es que ya nadie le cree.
El objetivo es simple: que el volumen de crítica disminuya por miedo, no porque la gente esté menos molesta, no porque hayan mejorado sus vidas. Si logran que solo unos pocos sigan hablando, entonces sí podrán aplicarles la censura y las leyes mordaza con menos consecuencias.
Un-brete: -Las personas ya no quieren callarse. Hablan porque no soportan más la miseria en la que viven, porque la realidad los empuja a decir lo que sienten. Y eso, por mucho que lo intentes, no lo puedes frenar. Porque si algo está claro es que tú, una persona «tan querida» no tienes el poder de revertirlo.
Y esto nos lleva a una de las preguntas más repetidas en la calle: ¿De qué tamaño será la fila para darle un piano a Humberto López cuando todo esto se acabe?
Porque estos personajes creen que el odio se borra con la impunidad que gozan hoy. Creen que pueden destruir reputaciones, acusar de traición, celebrar condenas injustas, y que cuando todo termine nadie va a recordar. Pero la memoria es larga. Y cuando hay resentimiento, más.
‘Pipo, tú, que has organizado y promovido tantos actos de repudio, que has participado en incontables asesinatos de reputación, no eres alguien que merezca compasión. No eres más que un oportunista sin principios, alguien que ha vendido su dignidad por unas migajas que apenas te permiten salir de la misma miseria que la gente critica y tú intentas disfrazar.
Si hay algo bueno en todo esto, es precisamente lo que delata tu papel. Cuando el gobierno tiene que recurrir a ti para amenazar con algo tan viejo como la censura en Cuba y las leyes mordaza, eso solo significa una cosa: que ya no tienen control total (como antes). Se les está yendo de las manos y están desesperados por recuperarlo.’
Cuando un sistema agoniza, necesita de tipos como él, sucios, dispuestos a hacer el trabajo que nadie más quiere hacer. Pero el miedo se va gastando. Vamos corriendo la cerca, aunque no nos parezca suficiente, y llega un punto en el que el miedo se rompe. Una vez que la gente pierde el temor a hablar, no hay amenaza que pueda devolverlos al silencio.
Lo único que podría calmar la indignación sería cambiar la realidad que la provoca, pero el gobierno no quiere eso. Usa la miseria como método de control. Y aunque ha metido presos a muchos, siempre salen otros. Cuba no produce comida, pero disidentes… ¡’chacho, ‘tate quieto!
Lo que de la sazón a esto es que hasta la propia gente de tu bando se da cuenta de que la miseria en la que viven no tiene justificación. Pero ahí estás tú, el Humber, tratando de justificar lo injustificable, desviando la atención, buscando cualquier excusa para meter cuentos.
Lo que pasa es que la gente que sí vive la realidad, la que tiene que lidiar con la escasez y la miseria a diario, con los apagones, con las desconexiones del SEN, ya no te cree. Es demasiado difícil creerte . Porque tú hablas demasiada basura. Porque mientes demasiado. Y lo peor para ti es que ya ni siquiera hace falta estar en la oposición para notarlo.
Antes, a lo mejor, alguien podía dudar porque lo decía un opositor, alguien que abiertamente se manifiesta contra el gobierno. Pero ahora, ¿qué vas a decir cuando la miseria la está viviendo todo el mundo y vemos a los nuevos ricos en una Cuba paralela?
¿Cómo vas a justificar lo que es imposible de ocultar? Ahí no hay cuento que valga. Y lo más triste para ti es que el principal opositor del gobierno cubano hoy no es una persona. No es un disidente. No es un líder político. Es la realidad cubana. Y a esa realidad no la puedes meter presa. No la puedes amenazar.
La verdad es que la represión ya no es tan disuasiva ahora es reactiva. Han pasado de prevenir la disidencia a intentar sofocarla mientras crece y retoña en nuevas voces cada vez que intentan sofocarla. Si hacemos una lista, vamos por unos cuantos.
Y cada vez tienen que ser más permisivos o quedar más expuestos. Si hacemos una comparación fría entre qué se habla ahora, dónde y cómo; con lo que se hablaba antes, dónde y cómo, te das cuenta que aunque no es suficiente (porque Cuba lo que lleva es resolver esto ya) hasta las personas mayores andan desatadas.
Esa sensación de grupo en la crítica, frente al autoritarismo, eso cambia mucho las cosas, porque envalentona, esa valentía les da pánico a ustedes, Humber.
A mí, sinceramente, ni siquiera me gusta hablar de ti. Me resultas demasiado desagradable y prefiero mi paz mental antes que ser un canalizador de la ira de la gente. Porque ya tú estás más que señalado. No hace falta recordarle a nadie que no sirves.
Pero lo que más te debe doler no es el odio de la gente, sino el desprecio. El desprecio de aquellos que alguna vez te conocieron, de tus compañeros de estudios, de parte de tu propia familia. Porque una cosa es ser un títere del régimen y otra es ser el títere. El que se presta para lo más bajo, el que da la cara cuando nadie más quiere ensuciarse. Para ser como tú, Un-Brete López hay que estar hecho de una miseria especial.