
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Jorge de Mello ()
La Habana.- La devoción que sentimos los cubanos por el Apóstol de nuestra independencia no se libra del deterioro grave que afecta a la sociedad.
Al caminar por cualquiera de nuestras ciudades uno se puede encontrar en los jardines, portales de edificios o espacios públicos con esas cabecitas blancas, ruinosasy sucias de José Martí.
Bustos a veces mal emplazados que en ocasiones muestran un rostro deformado por la mala factura o desfigurado por la falta de cuidados adecuados para su conservación, cuya expresión a veces es caricaturesca.
Todo eso lo alejan de la intención inicial de honrar a Martí.
Son una evidencia más de cómo la pobreza y la falta de opciones a las que hemos sido sometidos durante décadas, afecta también el plano de lo espiritual y lo simbólico.
Como dijo el cineasta Enrique Colina: «… la fealdad se ha impuesto como patrón expresivo de la crisis.»
Si buscamos el sinónimo de la palabra monumento en los diccionarios online, aparecen seis o siete variantes, pero no encontramos ni un solo vocablo que funcione como antónimo.
Quizá a los cubanos de esta época nos toque el triste privilegio de crear un sustantivo en español que sirva para definir esos no-monumentos que cada vez con mayor profusión forman parte de la imagen cotidiana del país.