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Oscar Durán.- Estaba haciendo un zapping digital por los horrendos medios de prensa cubanos y aterricé en el periódico 5 de Septiembre. Veo una foto con muchos perniles de puerco y accedí a darle doble clic. “Entregan productos alimenticios y de aseo por el 26 de Julio en Cienfuegos”, decía el titular.
A estas alturas de la vida, el cubano haciendo colas inmensas en una bodega para comprar cuatro cosas que la dictadura quiere darnos como si fuéramos unos seres miserables. No sé si el módulo es para toda la isla, pero en la Perla del Sur están repartiendo seis libras de carne de cerdo a $280.00 cada una, dos frazadas de piso, un litro de lejía e igual cantidad de detergente multiuso; un tubo de pasta dental, un jabón de lavar y un kilogramo de jabolina.
Me imagino la “matazón” y las broncas por llevar a casa esos productos que en cualquier parte del mundo deben estar por montones y al alcance del bolsillo de cualquiera, pero como el cubano vive en el planeta Castro, nos toca conformarnos con las migajas que nos dan cuando a ellos le sale del forro y después debemos agradecerles casi de rodillas. Haile Selassie era un niño de tetas ante estos sinvergüenzas.
Dentro de la jaba, también viene una botella de ron, un litro de sirope, una libra de queso. Para las embarazadas, personas encamadas y combatientes vulnerables hay dos cartones de huevos alternativos.
Díganme si esto no es para reírse aunque parezca lo más triste del mundo. O sea, si quieres comer huevo, preña a tu jevita o déjate picar por un mosquito Aedes Aegypti y así quedas encamado y serás uno de los elegidos para llevarte una “pila” de huevos.
Aquí no acaba todo. ¿Vives en Palmira? Estás embarcado, pero si eres de la capital provincial, te garantizarán un paquete de ocho hamburguesas de “sabediosqué” y medio kilogramo de picadillo de bigote de claria. Por último, y no menos importante, se venderán cinco libras de arroz, medio kilogramo de natilla y un litro de mermelada de mango.
¿Qué les parece todo esto? Cienfuegos está bueno, ¿verdad? Después del 26, prepárense, cienfuegueros. Si quieren volver a probar la carne de cerdo, tóquense bien el bolsillo porque ni la Inteligencia Artificial sabrá vaticinar el precio.
De todas maneras, siéntanse dichosos. Aquí en Moa ni la natilla llegó.