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LA ABOGADA

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Por Saily Alba Álvarez ()

Llegué a su oficina para un trámite legal. La secretaria me dijo que la abogada ya había recibido todos los trámites del día y que volviera mañana. Como soy de persistente, dije que por favor, que me dejara hablar con ella.

Me recibió la abogada y solo de mirarnos, nos reímos. Ella dijo «¡Profeee!». Y yo dije «¡Marian! ¿Pero, cómo estás aquí?». «Esta es mi oficina, profe».

Por esos viajes rápidos que hace la mente, me vi dando clases de Economía a los estudiantes de Comercio y Marian se sentaba en la primera mesa, se mal sentaba con su saya corta y su cuerpo de mujer, a pesar de ser a penas una adolescente. Era una alumna que le gustaba participar en clases y entendía los procesos con claridad, pero se portaba mal.

Faltaba a clases, llegaba tarde, hablaba por el celular en plena clase, se paraba, se sentaba, se reía y cuando la regañaba jugaba conmigo y me desarmaba.

Me decía: «¡Profe, que pelo más lindo!». O «¡Qué vestidos, profe. Usted está escapá!». O «¡Cómo usted sabe y como habla!».

Recuerdo todo eso como si fuera ayer. Recuerdo también que se ausentó a clases y fui a su casa. Pleno Jesús María y había un toque de santo frente a su casa. «¿Qué te pasa Marian, por qué no has ido a la escuela?». «Porque estoy embarazada y no voy más».

Terminó ese curso sin Marian y ya no anduve más por ahí y con tantas vueltas que da la vida, se me borró, hasta hoy.

Era la abogada. Me dijo que tenía tres hijos. Que hizo la Universidad en el curso por encuentro y que le encantaba su trabajo. El menor de sus hijos, tiene cuatro años. Es un rubio bello que me sonríe desde su móvil. «¡Claro que yo le legalizo esos papeles profe, no se preocupe!».

Casi al salir le digo: «¿Cómo pudiste lograr graduarte con tres niños?». «¡Porque yo soy fuerte profe, como usted!». Y se me trabó algo en la garganta y quise hablarle de mi proyecto ‘Mujeres Ilustres’ y de mi trabajo, pero me fui a paso largo y casi a la salida me dice con su voz infantil: «¡Profe y usted sigue vistiéndose como si fuera la Reina Isabel!».

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