Enter your email address below and subscribe to our newsletter

LA LIBRETA DE DESABASTECIMIENTO

Comparte esta noticia

Por Manuel Viera ()

La Habana.- Hoy toca escribir algo polémico y no voy a responder ni un solo comentario cuando lo publique en redes sociales, porque cada persona tiene derecho a su propio criterio.

Desde hace décadas el Estado cubano se viene pavoneado por el mundo declarando que es el único en el planeta que se preocupa por contar libras de arroz y granos de azúcar para repartir entre su pueblo. Han utilizado, incluso, plataformas como la ONU para hablar de que garantizan 19 productos subsidiados a todos por igual.

La realidad, y los cubanos lo sabemos muy bien, es muy diferente a lo que declaran. Por décadas, la canasta básica se ha ido reduciendo a algo que ya no alcanza para nada y que muchas veces ni siquiera garantizan. Ya no hay nada sagrado en ella, ni siquiera la leche de los niños o las dietas de los enfermos. Lo poco que llega es alimento de la más baja calidad en el mundo, una leche que parece talco industrial, un azúcar húmedo, un arroz imposible de cocinar y con un sabor horrible.

Sin embargo, se sigue usando como bandera de preocupación y justicia social del Estado así como justificación a la escasez y falta de liquidez pues el Gobierno, según se dice, debe gastar cifras millonarias para importar todo ese alimento que es incapaz de producir.

Soy del criterio de que lo que queda de alimentos controlados tendría que desaparecer. Que desaparezca la libreta. Que no me pongan más en la boca lo que alguien decida y me mal alimenten como a un pollo castigado. Yo no necesito que me subsidien, ni que me regalen, ni que me hagan el favor de venderme, yo necesito trabajar y decidir qué como, cuándo como, y cuánto como.

Al final ya nadie en Cuba está vivo solo porque tenga una libreta de abastecimiento -o racionamiento- y lo que sí me jode mucho es tener que seguir escuchando el discurso falso, la justificación, y el disfraz de ángel en el feo rostro del diablo. Soy partidario de que esa máscara caiga, de que el Estado se libere de esa «carga» y pueda garantizar de alguna manera la venta de alimentos sin subsidios y sin control.

También soy partidario de no tener que escuchar como un logro de los improductivos dirigentes la recepción de cada barco de azúcar, chícharos o arroz en los puertos cubanos, de eliminar la política ya no de la equidad sino de la mezquindad. Una mezquindad que luce cada día más empobrecedora, absurda y ridícula.

Soy partidario de desenmascarar al enmascarado y alejarlo de la posibilidad de seguir enarbolando esa bandera para intentar justificar la incompetencia, la improductividad, la incapacidad. Sin embargo, dudo mucho que el enmascarado se quiera desenmascarar pues es bien sabido que el socialismo nos necesita pobres, dependiendo del Estado, amarrados a una libreta, y hambrientos, pero agradeciendo migajas y aplaudiendo como focas. No temo a que quiten la libreta, al contrario, lo deseo. El mundo funciona sin ella, incluso en los países más pobres de la tierra no existe, y nosotros, que llevamos décadas con ella, estamos ya entre los más depauperados del mundo.

Vivo convencido de que mientras exista la libreta de abastecimiento, nuestro hambre, nuestra escasez y nuestras miserias estarán ahí presentes, y lo que es peor… estarán justificadas.

Y que conste que no traigo la panza de cuadro dirigente, ni me traen la comida en un carrito cada día. Ni siquiera recibo FE desde el extranjero, porque soy tan humilde como el más humilde de los cubanos.

Y sí, ya sé: ahora viene la parte donde algunos se oponen desde el respeto y otros me ofenden desde el irrespeto.

Deja un comentario