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Por Joaquín Santander ()
Caracas.- Aquello que nos decían cuando niños de que si mentíamos nos crecería la nariz nunca se lo dejaron claro a Nicolás Maduro, quien acaba de decir que recibe con «humildad» la credencial del Consejo Nacional Electoral (CNE) que lo proclama como presidente reelecto por otros seis años.
No es humilde Maduro. En su tozudez, su miedo, su avaricia, su desmedido afán de poder, no cabe la humildad. Los venezolanos lo conocemos bien y sabemos que en su interior está orgulloso y se cree un ser superior, enviado desde cualquiera sabe dónde para seguir rigiendo los destinos de Venezuela.
Sabe que ganó porque hubo fraude. Y entonces cómo se le puede ocurrir eso de que recibe con humildad la credencial para los próximos seis años. Es una mentira tu tercer mandato y si es falso, no puedes ser humilde. No sabes lo que es ser humilde. O sí, lo supiste cuando de joven eras un chófer de bus en Caracas, pero se te olvidó, porque el poder cambia a las personas, por eso los gobernantes tienen que reelegirse cada cierto tiempo, algo que tú no acabes de entender.
Tú no puedes ser humilde, porque no lo es quien, al más puro estilo norcoreano, hace que le organicen multitudes para que lo aplaudan, que le pongan a su paso jóvenes que finjan lágrimas o deseos de tocarlo para que aparezca como un gran líder, algo que nunca serás.
«Recibo esta credencial constitucional, legal del poder encargado del llevar los temas electorales de Venezuela, quien ha emitido un dictamen que recibo con humildad», dices, y sabes que es una mentira total.
Y mientes más cuando adviertes: «asumo el mandato del pueblo para ser su presidente y llevar nuestro país a la paz y a la prosperidad, a la unión nacional a través del diálogo».
Nunca has querido el diálogo, ni te has preocupado por la prosperidad de Venezuela, y mucho menos por la paz. Actuaste desde el primer momento por el modelo cubano, hiciste lo mismo que hicieron los Castro y sus herederos: que se vayan los venezolanos. Mientras menos inconformes tengamos acá, mejor nos irá y se te fueron millones.
Ahora mismo no solo no eres humilde, sino que te robaste otra vez las elecciones, después de perseguir, asesinar, encarcelar e inhabilitar a los que querían competir contigo. Ahora mismo tienes al país más rico de la región, al de más recursos, mejores suelos, convertido en un paria de la dictadura cubana, a cuyo servicio te pusiste desde el primer momento, lo mismo que tu antecesor, Hugo Chávez.
No vayas por ahí predicando humildad. Pasarás a la posteridad, pero no lo harás como «Maduro, el Humilde». Nadie nunca se acordará de ti por eso, sino como un hijo de la gran puta que ayudó a destruir un país y acabó con una nación.
No es humildad la palabra para definirte, sino la de ladrón, embaucador, criminal, corrupto, servil, inepto, personaje sin escrúpulos, sin cultura, que llegó al poder por la voluntad de un hombre y que se ha mantenido en el mismo a base de crímenes constantes, de violaciones de la Constitución un día tras otro.
Si fueras inteligente, te mantendrías como el perrito, con la cola entre las patas, esperando a ver lo que puede pasar, porque no pienses nunca que los venezolanos te van a soportar seis años más. Eso es imposible, así que cambia el discurso, que ya es hora. O mejor, haz tus maletas y vete a Cuba, el único sitio al que puedes ir, a intentar ivir la vida que te queda, con el dinero que le robaste a los venezolanos.