Por Ulises Toirac ()
La Habana.- Debían ser como las tres de la madrugada. Lía yacía lo suficientemente cerca como para ponerme a sudar a pesar del ventilador, y los mosquitos batallaban con el vaivén… Si el ventilador iba pa un lado, ellos, en formación «v» de aviación de guerra, iban pal otro.
Lo cierto es que teniendo una sensación de hartazgo en la vejiga, de pronto una luz enceguecedora se adueñó del cuarto y me hizo abrir los ojos, asustado. Uno se acostumbra a que se la quiten, no a que le pongan un extra. Pensé en mi rocambolesco duerme/vela que la Guiteras no tenía donde meter tanta energía con humo y efectos especiales.
Pero pronto se reveló la verdadera razón: una figura humana difusa y deslumbrante me miraba atentamente. Inmediatamente pensé, sobresaltado: «¡Di tú, mira lo que da el enalapril caducado!».
– No es el enalapril -dijo la figura- soy YO -y sentí que lo dijo así, con mayúsculas.
– Perdón pero yo no abrí la boca, solo pensé… ¿Tu oyes mis pensamientos? – YO asintió con una sonrisa – Nanananana… Aguanta un tin… ¿Eso no es invasión de la privacidad?
– Soy YO -dijo YO otra vez con mayúsculas-. Nada acontece fuera de mi vista y mi oído.
– Debes haberte echado tremendos pleis con esas cualidades -YO elevó los ojos y yo cambié rápido de pensamiento viendo que Lía y Alina seguían durmiendo a piernas sueltas:
– ¿Estoy muerto?
– Visita del Organismo Superior. Literalmente.
– Vine a ver qué tal te iba.
– Pues muy jodido. Vaya pa que lo sepas porque a mí cuando no….
– Aguanta esa lengua. No existo para cambiar nada que no cambie dentro de ti mismo.
– Es que lo que me hace falta es afuera… Vaya, más exactamente en el bolsillo.
– He sido pródigo contigo, Ulises, te di talentazo, inteligencia, gracia, la inevitable atracción femenina hacia los de tu estirpe, al punto de haber tenido las mujeres más hermosas e inteligentes y te quejas.
– Vamos a hacer un negocito. Baja el talentazo, borra lo de las jevas, que ya ni puedo con el departamento y súbeme el tema financiero.
– ¡La maldita incorformidad humana! ¡¿Cuántos no hay que quisieran ser como tú?!
– ¡Ninguno! Deja la muela, ¡que me he metido la vida preguntando a ver si alguien quería cambiar conmigo!
– Tus problemas vienen de no hacer lo que debes hacer en cada momento.
– ¡No me diiiigaaaaasss! ¡Qué bonito! ¡Así que no he hecho lo que debía hacer en cada momento!
– No. Y la demostración está a la vista.
– ¡Anja! Más arrancao que una yerbamala en el rosal de un jardinero neurótico.
– No. Meado. Debiste ir a orinar antes de hablar conmigo.
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