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TIEMPO DE CLARIAS

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Por Jorge Sotero
La Habana.- Allá, en mi Cumanayagua natal, cuando llovía mucho se decía que era tiempo de ranas. Con las aguas, cientos de miles de batracios salían de sus escondites para buscar algún sitio donde aparearse, depositar sus huevos y dar paso a nuevos individuos.
Las alcantarillas, los charcos ocasionales, los pequeños riachuelos que corrían desde las tenues laderas del Escambray se convertían al momento en los sitios preferidos de las ranas y los sapos, y en unos días aparecían por miles los renacuajos, negros, feos, con patas y rabo, hasta que, poco a poco, tomaban su forma de adultos e iban a esconderse debajo de las piedras, en los troncos de los árboles o en sus ramas, a buen recaudo de culebras, , garzas, jubos y majaes.
La sequía era tiempo de garrapatas. No había forma de eludirlas. Por entonces no podías pegarte a ningún árbol, ni rozar con el pantalón o las botas ninguna brizna de hierba, porque te caían arriba por centenares o miles, y luego se adherían a la piel, de donde caían solo cuando se llenaban de sangre. Era tormentoso. Y la única forma de evitarlas era con botas de aguas y tenerlas siempre mojadas. El viejo Mariano Ruiz, que vivía después del camino real, llevaba siempre un pomo con agua para mojar sus botas, porque era alérgico a las picadas de las garrapatas.

También había tiempo de azulejos, que coincidían con el invierno en el norte de América, y esas avecillas preciosas, tomaban la ruta migratoria de cada año. Llegaban agotadas y se tiraban en cualquier sitio y solían caer en manos de los cazadores, entre los que me encontraba. Podía cazar 15 azulejos o más en cada temporada, y eso que solo dedicaba una parte del fin de semana, porque el resto del tiempo estaba en la escuela.
Nunca hubo temporada de clarias en Cumanayagua. Lo de las clarias es ahora, luego de la aparición de las redes sociales. Para intentar neutralizar los estados de opinión, cada vez más contrarios a los dirigentes de la difunta revolución, el aparato de propaganda gubernamental da orientaciones claras a sus seguidores, para que vayan a las redes y enfrenten los que dicen aquellos a quienes ellos llaman «enemigos de la revolución».
El llamado a «combatir» puede ir desde la exhortación normal, hasta la presión, con frases así: «nosotros trabajamos en el turismo y si no enfrentamos a los mercenarios en las redes, podemos perder el trabajo». O este otro: «los estudiantes que no respalden la revolución en las redes sociales, no pueden estar en las aulas». Con los periodistas el chantaje es más duro: «Para algo les pusimos internet gratis todo el tiempo y les dimos teléfonos», les dicen.
Y cuando ocurre alguna movilización en contra del castrocanelismo en alguna parte, como ayer en Santiago de Cuba, Bayamo o algún municipio de Camaguey, salen todas las clarias al unísono. Lo hacen desde todos los lugares, y comienzan a postear fotos de sus pueblos y ciudades. El mensaje es claro y está centralizado.
Así, puedes ver fotos de Artemisa con un enunciado: «Artemisa descansa tranquila. Hay paz en sus calles». O esta otra: «Matanzas sin luz, pero en paz». O esta: «Cienfuegos disfruta la paz de la revolución, aunque no tenga corriente».
Puede ser una imagen de 4 personas, moto, scooter, calle y monumentoSer claria es peor que ser sapo, o garrapata. Lo que hacen es tan feo como el que chivatea, porque se prestan para lavarle la cara a un régimen inoperante, incapaz, formado por barrigones corruptos, que llenan sus barrigas y sus bolsillo a cuenta del sacrificio de un pueblo humilde y generoso.
A la hora de postear, las clarias solo piensan en su internet, en la jaba con 10 postas de pollo, en el celular que tienen prestado, en el trabajo, y se olvidan de familia, amigos, ancianos, niños, que viven en la peor hambruna que ha pasado Cuba desde la llegada de Cristóbal Colón en 1492.
En tiempo de sapos todo estaba bien. A las garrapatas se les fumigaba, y a las clarias les llegará su hora y en algún momento andarán por ahí, arrastrándose, como los peces de los cuales tomaron su nombre, porque hay cosas que no se olvidan.

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