
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Pablo Alfonso( Especial para El Vigía de Cuba)
México DF.- Pedro Luis Toledo era un tipo peculiar. Tan peculiar que por su ritmo al bailar, perdió su apellido y comenzó a llamarse Pedrito Mambo.
Siempre andaba bien vestido, con su sombrerito y su inseparable cachimba. El olor a tabaco lo delataba.
Al inhalar su shichas más tiempo que lo normal, la nicotina que desprendía hacía que por mi condición de asmático me alejara un poco. Pero no quería perderme ni un segundo sus incontables anécdotas. Me parece estar escuchando su inconfundible voz, su risa perenne y su inmejorable dicción.
Fue muy amigo de mis padres, por eso nos visitaba casi a diario. Además, éramos vecinos. Nunca imaginé que luego me convertiría en su compañero de trabajo y amigo. Para colmo, fue mi primer y único maestro de música.
Gracias a él, supe lo que era un pentagrama, una blanca, una negra, una corchea, una semifusa y otras notas musicales que, a decir verdad, nunca me entraron. Pero la culpa no es de Pedrito, es mía por ser zurdo por completo a la música.
A diferencia de mis hermanos, fundadores del grupo Sangre de Cóndor, devenido en Visión, de mi hermana Dianelys Alfonso (La Diosa) y de mi padre, que gozaron y gozan de buena afinación y de un excelente ritmo, yo soy todo lo contrario.
Todos ellos fueron alumnos de Pedrito Mambo. Yo también quería serlo. Hasta logré formar parte del coro de las 100 voces de la otrora provincia Habana.
Recuerdo una presentación en Santa Cruz de Norte. El grupo Sangre de Cóndor acompañaba al coro. Pedrito sentía algo raro, alguna voz no estaba saliendo como él quería, como se debía. Yo seguía inspirado entonando aquel reconocido son cubano Las cuatro Palomas de Ignacio Piñero: «habanera no te canses de querer a tu sonero, que sí me olvidas me muero, sin tus caricias no puedo vivir». Pedrito no pudo más, daba pasos agitados, miraba a cada uno de los coristas. Todo sin bajar los brazos. Seguía con su enorme capacidad musical y de director. Daba las órdenes a sus sopranos, barítonos, mezzosopranos, contralto, tenor y todas las demás voces sin perder su maestría. Hasta que se acercó a mí. Puso su oído y luego me dijo bajito: «si no quieres que te mande urgente para San José, no cantes, dobla la canción».
Desde ese día me di cuenta que lo mío no era la música. Decidí luego, por la actuación, la locución y el periodismo. Eso se lo debo al gran oído musical de Pedrito Mambo.
Pero son muchos los que corrieron mejor suerte en la música, de la mano de este excelente instructor de arte. Sería interminable la lista. Pero hay algunos nombres que no se pueden dejar de mencionar como el maestro Tony Pedroso (el señor de la flauta), Alberto Mulense, Joaquin Hernández Padilla, Roberto Acosta y Alexander Ibar, entre otros.
Estos tres últimos, aún forman parte de la Banda Municipal de San José de las Lajas, que lleva el nombre de Pedro Luis Toledo, en honor a este incansable profesor de música que tantas bandas infantiles y adultas formó. Honor para quien tanto aportó a la cultura laajera, Cubana y del mundo.
Me atrevo asegurar que todo el nacido en San José, con inclinaciones musicales fue alumno de Pedrito Mambo.
Incluso, logró crear su propia orquesta, Mambo Chá, con la que hizo bailar a varias generaciones. Mi padre fue uno de los cantantes de la banda. Con esta agrupación Pedrito obtuvo varios premios y reconocimientos.
También fue estimulada su labor como instructor, con un viaje a diferentes países, como parte de los convenios que mantenía Cuba en aquel entonces. A su llegada, había que verle la cara, no hacía más que hablar de esa experiencia.
Hoy los lajeros extrañamos su sabiduría, sus ejemplares clases y el amor que profesaba por los niños. Hoy San José, sin él, no es igual. Dios lo tenga en la gloria.