LA METAMORFOSIS DE LAS FRAZADAS DE PISO
Por Víctor Ovidio Artiles ()
Caibarién.- Las frazadas de piso han sufrido un proceso de involución tremendo. Nunca me ha interesado mucho el proceso productivo ni las materias primas que se utilizan. De ellas solamente sé que los hombres y las mujeres las exprimen de manera diferente lo que puede afectar su vida útil.
Recuerdo las frazadas de piso de ni niñez. En aquellos tiempos no éramos tan finos y le decíamos colcha de trapear. En su estreno mostraba una forma rectangular, con unas medidas aproximadas de 80 cm de largo y 50 cm de ancho. El tejido era muy homogéneo y felpudo.
Además del proceso de limpieza, era utilizada por las maestras como mural donde, pegando trocitos de lija a las figuras, las adherían a la frazada y le servía como pizarra o muestrario.
La vida útil era larga. En el final de sus días iba perdiendo la felpa, mostrando unas hilachas gruesas que levantaron la imaginación estafadora de los emprendedores de principios de los años noventa y fueron convertidas en bisteces. El día que decidías botarla, podías ver el mundo a través suyo pero seguía midiendo 80 X 50.
Las frazadas actuales, en su estreno no parecen frazadas sino sábanas de limpiar. Han perdido peso corporal. Miden alrededor de 80 X 50 como sus antepasadas. La compras por un valor que parece limpian ellas solas. La mojas en el cubo y la cuelgas en el palo. Le pasas a la sala. La enjuagas suavemente y la exprimes más suave aún. Al volver a colgarla en el palo le ves dos huecos de unos 30 cm de diámetro.
A los tres días de uso, tiene más agujeros que la capa de ozono en sus mejores tiempos. Lo más curioso de estas nuevas frazadas es su capacidad de modificar sus dimensiones. Si los huecos le permiten llegar a una semana de vida, ya no miden 80 X 50. El ancho disminuye a unos 40 cm mientras el largo crece hasta 1,20 metros. No sé de que las fabricaban antes pero estoy convencido de que hoy las hacen de caimitillo.