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Por Jorge Sotero
La Habana.- El ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, dirigido el insípido Bruno Rodríguez Parrilla, volvió a emitir uno de sus lamentos habituales, ahora por la presencia en la Base Naval de Guantánamo de un submarino de propulsión nuclear de la Armada de Estados Unidos.
Según la declaración, la presencia de la referida nave «constituye una escalada provocadora de los Estados Unidos, cuyos motivos políticos o estratégico se desconocen», como si el Pentágono, al determinar que el submarino iría a Guantánamo, tuviera la obligación de comunicarle al gobierno de La Habana las intenciones por las cuales tomó la referida decisión.
La nota de la Cancillería recuerda que la «base militar estadounidense ocupa ese territorio de 11 kilómetros cuadrados desde hace 121 años… como rezago colonial de la ilegítima ocupación militar de nuestro país, iniciada en 1998».
Según la declaración, «se trata de un enclave que desde hace muchos años carece de importancia estratégica o militar para los Estados Unidos» y enfatiza que «su permanencia solo responde al objetivo político de tratar de ultrajar los derechos soberanos de Cuba», porque «su utilidad práctica en las últimas décadas se ha reducido a servir de centro de detención, tortura y violación sistemática de los derechos humanos de decenas de ciudadanos de diversos países», como si Cuba completa no fuera un nicho permanente donde se violan los derechos más elementales de las personas, entre ellos el de la alimentación o contar con un sistema de salud decoroso, incluso el derecho a tener derechos.
«La presencia allí de un submarino nuclear en estos momentos obliga a cuestionar cuál es la razón militar del hecho en esta región pacífica del mundo, contra qué objetivo se dirige y qué propósito estratégico persigue», dice y recuerda que las naciones de la región son firmantes de la declaración de América latina y el Caribe como zona de paz.
Luego habla de las bases de Estados Unidos en la región, de sus ambiciones sobre los recursos naturales en los países de América y exige la devolución a Cuba del enclave, como hace siempre.
Sin embargo, no se refiere a la llegada al puerto de La Habana de un buque militar ruso, que dicen es un navío escuela, en medio de un incremento acelerado de los vínculos con Moscú, al cual la alta dirigencia cubana le ha dado poco menos que el papel de salvador del régimen, por lo que esperan de su otrora metrópoli, sobre todo en el apartado económico.
Nadie sabe lo que busca Moscú con ese interés repentino por Cuba, pero algún provecho intenta sacar Rusia de la situación de un país al que no lo salva nadie, como la isla caribeña. Y que a mí no me digan que Vladímir Putin pretende que empresas rusas produzcan en el Caribe huevos, carnes o granos, cuando eso lo pueden hacer en cualquier lugar, incluso en su propia tierra, que para eso tienen de sobra.
Detrás de todo hay algo oculto. Y no me extrañaría que en cualquier momento se aparecieran por La Habana los submarinos rusos, o Moscú quisiera emplazar cohetes con ojivas nucleares, como ya pasó en una ocasión, para obligar a Washington a unas negociaciones que le pongan fin al conflicto en Ucrania o, al menos, al cese de la ayuda militar a Kiev.
Rusia no está perdiendo la guerra en Ucrania. Esos partes de guerra que hablan de miles de aviones rusos derribados, de decenas de miles de soldados en desbandada y de miles de carros de combate abandonados, no constituyen otra cosa que la manipulación habitual de los medios, porque si fuera así, las tropas del Kremlin ya habrían abandonado el Donbás y Ucrania recuperado esos territorios. Y hasta ahora nada de eso ocurrió.
Eso sí, Putin está empantanado en Ucrania y quisiera ponerle fin al conflicto de una vez. Y sabe que no será con Vladímir Zelenski con quien negociará la paz, sino con Washington, y a mí y a algunos entendidos del tema se nos ocurre que puede utilizar a Cuba en sus planes. Por eso hay que estar atentos a lo que puede ocurrir en la isla caribeña en los próximos meses.
Ningún político da puntada sin hilo, y el que manda en Rusia es demasiado astuto para enrolarse en el tema Cuba sin tener nada debajo de la manga, sobre todo porque sabe que la isla es causa perdida, que nadie puede salvar a aquel gobierno, y porque está convencido de que los Castro acabaron con el país y con la nación.
Así que, como no debes tirar piedras al tejado ajeno, si el tuyo es de vidrio, la Cancillería de Cuba haría bien en permanecer en silencio, hacerse de la vista gorda y no armar revuelo, porque no ha sido la isla el mejor ejemplo en eso de interferir en los asuntos internos de otros países. Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Angola o Etiopía, entre muchos otros, son ejemplos de hasta donde ha llegado la mano del castrismo en el último medio siglo.