EL DÍA QUE CUATRO BOMBAS NUCLEARES CAYERON EN ESPAÑA

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(Tomado de MUY Interesante) ()

La Habana.-  El 17 de enero de 1966 pudo cambiar la historia de España (y del mundo) de manera drástica y apocalíptica. Dos aviones del ejército de Estados Unidos colisionaron durante unas maniobras. Uno de ellos iba cargado con cuatro bombas de hidrógeno, con una potencia de 1,1 megatones, es decir, 1 100 000 toneladas de TNT, unas 70 veces más potente que la bomba lanzada sobre Hiroshima. Los restos de los aviones y las cuatro bombas cayeron sobre un pequeño pueblo de Almería, en el sureste español. A día de hoy, todavía no conocemos el auténtico alcance y daño que ocasionó el accidente de Palomares.

Bomba Palomares

Esta es la foto con la que el mundo vio por primera vez una bomba nuclear. Fue recuperada del fondo del mar frente a Palomares (Almería). U.S. Navy / Wikimedia.

La sombra de una guerra nuclear

La primera vez que el mundo vio el aspecto que tenía una bomba nuclear, la tecnología más puntera del momento, fue a través de una fotografía tomada en Palomares, un pueblo de Almería dedicado a la agricultura y la pesca por entonces. El contraste es tan grande como rocambolesca la historia, pues estamos hablando del accidente nuclear más importante hasta Chernóbil, en 1986. Sin embargo, es un suceso bastante desconocido.

La aparición de las armas atómicas, con Hiroshima y Nagasaki como ejemplos del poder de destrucción que suponían, sumió al planeta en una nueva fase histórica. Durante la Guerra Fría, con Estados Unidos y la Unión Soviética pugnando por la hegemonía mundial, ningún rincón de la Tierra podía esconderse ni librarse de un posible conflicto armado. Quizás no exageramos si decimos que fueron los años en los que más cerca ha estado de desaparecer o menguar sumamente la vida en nuestro planeta por la acción humana.

Estados Unidos desplegó una estrategia militar para estar preparados y responder de manera inmediata a un posible ataque de la URSS. Consistía en tener bombarderos B-52 Stratofortress sobrevolando las fronteras soviéticas constantemente. Estos aviones iban cargados de bombas nucleares para que, en caso de ataque soviético, desataran el caos bombardeando la URSS. Es imposible no sentir cierta congoja al pensar en esta posibilidad de guerra nuclear.

Una de las rutas que tomaban los bombarderos pasaba sobre España, donde los aviones se reabastecían de combustible en pleno vuelo. Era una maniobra repetida con éxito en infinidad de ocasiones, pero un día algo salió mal.

Un accidente entre aviones desató el caos

Los habitantes de Palomares estaban acostumbrados a ver cómo, de vez en cuando, se acercaban dos aviones volando sobre sus cabezas y al poco se separaban y seguían rutas distintas. Sin embargo, la mañana del 17 de enero de 1966, a quien no le pilló mirando al cielo, ya se encargó de que mirara el estruendo que se escuchó. Los dos aviones chocaron. Unos 150 000 litros de combustible formaron una enorme bola de fuego en el cielo y cayeron sobre Palomares 130 toneladas de restos de aeronaves despedazadas. Por fortuna, ninguno de los trozos dañó a personas ni casas, todo el material y el combustible ardiendo se regó sobre los campos de la zona. Cientos de pequeños focos de incendios se desperdigaron sobre el terreno. Con todo, este escenario era una suerte, una bendición, pues según algunos vecinos: “la mano de Dios protegió a Palomares”. La realidad es que no tenían ni idea de la que se habían librado.

Con los restos de aviones y combustible también cayeron cuatro bombas de hidrógeno, el arma de destrucción masiva más potente del momento. Aquel mismo día, por la tarde, llegaron los primeros militares norteamericanos con médicos, abogados y técnicos con monitores para medir la radiación que podría haberse liberado de las bombas que, por suerte, no detonaron formando la reacción nuclear, si no… bueno, si no todo habría sido muy distinto.

Había dos objetivos prioritarios a cumplir de manera inmediata: controlar la radiación y encontrar las cuatro bombas. No olvidemos que estaban en plena Guerra Fría, los estadounidenses no podían permitir que alguna de esas bombas cayera en manos soviéticas. Tres de las bombas cayeron en diferentes puntos sobre la tierra y fueron localizadas en pocas horas. Dos de ellas detonaron parte del explosivo convencional que llevaban equipado al chocar contra el suelo. Formaron cráteres de seis metros de diámetro, pero lo más peligroso no estaba a la vista. Las bombas, con forma de torpedo, se rompieron y liberaron varios kilos de plutonio altamente radiactivo que se desperdigó por el aire y la tierra de la zona. Las labores de medición y control de la radiación no fueron las más idóneas, los monitores utilizados tenían una efectividad que hoy se estima en solo un 50 por ciento, en una operación llevada con total secretismo y con una preocupación más importante para los norteamericanos: encontrar la bomba que faltaba.

El famoso baño del ministro Fraga

El famoso baño del ministro Fraga en las aguas de Palomares.

La cuarta bomba

Tardaron tres meses en localizar la cuarta bomba. Había caído en el mar y se hundió a más de 700 metros de profundidad. Necesitaron uno de los submarinos más avanzados de la época para registrar la zona indicada por Francisco Simó Orts, un pescador que había visto caer la bomba el día del accidente y al que acabaron llamando “Paco el de la bomba”.

En el transcurso de estos meses se sucedieron noticias tanto nacionales como extranjeras acerca de la peligrosa radiación que había contaminado la zona del accidente. El gobierno franquista y el estadounidense lo negaron y el secretismo pasó a una campaña de desinformación para tranquilizar a la población y demostrar que no había peligro alguno en Palomares. Tan efectiva fue que el hecho más recordado de todo lo acontecido es el famoso baño que Manuel Fraga, ministro franquista, y el embajador de Estados Unidos se dieron en la playa de Palomares ante las cámaras de RTVE como muestra de que los trabajos de limpieza y el control de la radiación habían descontaminado la zona.

Más de cincuenta años después, los vecinos de Palomares siguen teniendo muchas incógnitas sin resolver y, aunque nuevos estudios evidencian que los trabajos de descontaminación no fueron los apropiados, ni el gobierno estadounidense ni el español se han hecho cargo de rehabilitar el terreno, indemnizar a los afectados, ni dar respuesta al verdadero alcance que tuvo el accidente nuclear y las consecuencias derivadas que hayan podido llegar hasta nuestros días.

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