Por Verónica Vega
La Habana.-. Cada día entiendo menos cómo se puede vivir en Cuba obviando tanta destrucción y tristeza. Si me dan la fórmula para conseguirlo, sinceramente, no la quiero.
Siempre he buscado la verdad porque es tan evidente, que la mentira no puede llenarte el alma, no puede conceder, jamás, plenitud. Si vas a vivir como un actor, o actriz, fingiendo que vives en un país que no existe siquiera en tu mente, (incluso si puedes escapar de la miseria por procesos que inevitablemente implican alguna indignidad), la realidad te va a salpicar de todos modos, te va a recordar su presencia porque no hay lugar del mundo donde te puedas esconder de ella, como no puedes esconderte del aire, el oxígeno, de tu propia sangre o de tu propio aliento.
Estamos conectados con el dolor de los desfavorecidos, (ya sean personas o animales) y da lo mismo que pongamos cortinas o muros entre su desgracia y nosotros. Esos muros se pueden caer cuando menos lo esperamos, y en una milésima de segundo.