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SI TRUMP ACABA CON EL CASTRISMO, LE PERDONO TODO

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Por Max Astudillo ()

La Habana.- Hace unos años, en aquella elección que enfrentó a Donald Trump e Hillary Clinton, quise que el ahora inquilino de la Casa Blanca perdiera. Seguí, como hago siempre, desde que se puede, la votación hasta el final. El histriónico magnate no me inspiraba ninguna confianza y creía que su presencia como presidente no reportaría beneficio alguno para Cuba.

Ocho años después, a pesar de sus pronunciamientos y de un primer mandato en el que todo siguió igual en Cuba, puse todas mis esperanzas en Trump. Hinché por Trump más que por el Barcelona o por Industriales. Quería que ganara, de todas todas, porque, contrario a lo que muchos piensan, creo que el presidente de Estados Unidos es el único que puede ponerle fin al castrismo.

Vamos, que no es Trump el político perfecto, al menos para mí. Es un fanfarrón, un tipo adaptado a mandar, a someter, a hacer que se cumpla su voluntad, y ya desde antes de asumir la presidencia sabíamos por dónde venía, pero sigo apostando por él. Porque creo que es el único que puede hacer que el castrismo caiga.

Por algún tiempo pensé que era cuestión de los cubanos de adentro acabar con el comunismo, abrirnos al mundo y a la vida, ponerle punto final a la penurias de un pueblo sometido como no ha estado otro en la historia de la humanidad, pero me equivoqué. Desde dentro no podremos. No se puede vencer por las buenas a un gobierno que tiene las armas y la ley, que se ha encargado de descabezar cualquier movimiento opositor, y que tiene un aparato represivo sin parangón en la historia del mundo.

No se caerá un gobierno por obra y gracia del Espíritu Santo. Los militares no lo harán, porque son vigilados todo el tiempo y porque saben que cualquiera que intente algo lo pagará con la vida, como sucedió con el general Arnaldo Ochoa en el ya lejano 1989. Algunos quisieran, tengo constancia, pero tienen miedo, y otros disfrutan de sus cargos, de las comodidades que le ofrece el régimen a una casta que debería desaparecer en el futuro, a cambio de su inmovilidad.

Los líderes, o los que intentaron serlo, están presos, y muchos otros desterrados. Lo mismo que cualquiera que intentó oponerse al sitema, y a la familia Castro, principal responsable de los males de Cuba desde hace 66 años.

Ante esta situación, cabe preguntarse qué queda para Cuba, y la única respuesta que encuentro es lo que haga Donald Trump. Ya el presidente mandó una señal, al nombrar como secretario de Estado a Marco Rubio, uno de los más acérrimos críticos del régimen de La Habana. Pero hace falta más.

¿Lo hará Trump? ¿Seguirá apretando al régimen? ¿Le dará vía libre a Marco Rubio para actuar? ¿Provocará la caída del comunismo en Cuba?

Esas son las interrogantes que me hago cada día. Y ojalá pudiera adelantar que sí, que el inquilino de la Casa Blanca haga lo que tenga que hacer, pero que provoque la caída del castrismo. Ya estableció algunas medidas, pero me parecen aún demasiado indulgentes, porque el castrocanelismo lo resolverá exprimiendo aún más al pueblo.

Trump tiene cómo hacerlo. Sabe cómo se hace. Y si no lo sabe, tiene asesores que lo pueden ayudar, que lo pueden asesorar, aunque ya sabemos que no es muy proclive a las armas, que él lo intenta resolver todo con aranceles y condicionamientos, solo que eso no le servirá con los sátrapas acantonados en La Habana, de espaldas al pueblo.

Yo solo quiero que Trump lo haga. Como se le ocurra, pero que derrumbe de una vez a la dictadura cubana o cree las condiciones para que ocurra. Ya sé que habrá algún muerto, pero más mueren cada día por desnutrición, falta de medicamentos y accidentes, mientras la familia real vive su vida cómodamente, en sus fastuosas residencias habaneras.

Si Trump lo hace, si saca al castrismo del poder, me lo voy a tatuar en el pecho, y le agradeceré mientras viva, y haré hasta lo imposible porque lo hagan mis hijos, y mis nietos y los nietos de mis nietos.

No me importará a los que haya deportado, lo que ocurra con el canal de Panamá, con los aranceles a México y Canadá, que le ponga su nombre al hasta ahora golfo de México, o que deporte a familiares que se fueron a Estados Unidos. Todo eso se lo perdono y, si pudiera, hasta abogaría porque tuviera dos mandatos seguidos. Todo a cambio de que acabe con el comunismo en Cuba.

 

 

 

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