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Por Anette Espinosa ()
La Habana.- Los ridículos tienen un atractivo especial, y a mí me encantan. Todos podemos evitar el irrisorio, pero a algunos les encanta ir por ahí, llevando el absurdo hasta niveles inimaginables, tal vez porque piensan que el resto es tan tonto que no es capaz de darse cuenta de la mezquindad de su intelecto.
En el gobierno cubano y su maquinaria de propaganda tiene el ridículo un caldo de cultivo muy especial, como si a ellos no les interesara convertirse cada día en el hazmerreír de medio mundo. Tan anómala es su actitud y su comportamiento que consideran sublime todo lo que hacen y encargan a sus medios y voceros de darles bombo y platillo.
En los últimos días, accidentes aparte, han excedido la norma, se han pasado, como se dice en buen cubano. Y la gota que colmo la copa de sus ridiculeces ha sido el bastión, una especie de juego de guerra más parecido a aquel juego a los tiros que inventábamos los niños antes de que existiera el celular, que a un ejercicio militar de verdad.
Juro que no he estado al tanto del famoso Bastión, sacado ahora del baúl de los recuerdos por el miedo que le tienen a Donald Trump y a su secretario de Estado, Marco Rubio, pero dirigido más a los de adentro que a los de afuera, como para que el cubano común, el que no se los traga, piense que no se puede hacer nada, porque al momento saldrán las tropas a controlar la situación.
El primer gran ridículo fue ese, el llamado Bastión en sí mismo. Luego aquel permiso del presidente impuesto al general de cuatro estrellas moribundo para dar inicio al mismo, cuando la Constitución que ellos se inventaron hace al mandatario comandante en jefe y eso lo pone por encima de todos los militares sin importar las estrellas o la graduación que tenga.
Luego, aquellos ejercicios de tiro con rifles de pellets, o las notas en televisión de unos militares usando drones para vigilar campos donde pastan vacas, en fincas de las fuerzas armadas, por supuesto, o la cantidad de dirigentes vestidos de impecable verde olivo, enseñando unas panzas enormes, que los incapacitan para todo, cuando no sea para su buena vida.
De los generalotes, ni hablar. Octogenarios, casi inválidos por la gordura, incapaces de subir a un vehículo de combate, al frente de unas fuerzas armadas cuya técnica da mucho que desear, y que no está lista ni para apagar un incendio, así que ni hablar de entrar en combate alguna vez contra un enemigo supuesto, que nunca será el ejército del vecino del norte, porque ese de solo toser los pondría a correr.
El ridículo también tuvo otras aristas, como aquello de hace un par de semanas de que iban a liberar a 553 presos, cualquier tipo de ellos y no los políticos, en un acto de buena voluntad -dizque habituales- con el papa segundo y en el ámbito del Jubileo, y sin que tuviera que ver presión alguna de la Casa Blanca, o fuera una concesión por aquello de que Biden los sacara de la lista de países patrocinados del terrorismo.
Pues bien, para acrecentar su ridiculez y para desmentirse ellos mismo, nada más asumió Donald Trump y los volvió a poner en la referida lista, se detuvieron las liberaciones. De los 553 reos previstos, solo salieron a la calle 183, y algunos de ellos volverán en días, semanas o meses.
El gobierno cubano es tan predecible que aburre, es tan inepto que cansa, y es tan ridículo que daría pena ajena, sino fuera porque es tan criminal que cada uno de ellos merecería ser enjuiciado y condenado por crímenes de lesa humanidad: obligar a un pueblo a abandonar su país, sus casas, sus familias y emigrar, además de matar de hambre a millones de personas.
A eso hay que sumarle la degradación total del sistema de salud, la debacle de la educación, el deporte, las vías de comunicación, las personas sin casas, la represión… y por ahí para allá una lista que pudiera ser infinita.
De todos estos ridículos, dejo una muestra, una foto del primer ministro en la que se nota que todo lo que pide a la población, lo que exige, no tiene que ver con él. Anda cerca de las 300 libras -y cuidado- y la ropa que le hicieron especialmente para el bastión amenaza con romperse en su cuerpo enorme.
Estos ridículos dirigentes son los que aparecen después en los medios del régimen exigiendo sacrificios, sacrificios y más sacrificios, como si vivir en Cuba no fuera ya el mayor de ellos, no solo por las dificultades para sobrevivir, sino también por tener que soportar cada día el irrisorio hacer del criminal gobierno que manda en el país.