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Por Oscar Durán

La Habana.- Desde que Miguel Díaz-Canel Bermúdez es el presidente de Cuba, todo lo malo ha ocurrido dentro del archipiélago. Anterior a Canel estábamos mal, es cierto, pero esto de ahora no tiene calificativo. Meteorito en Pinar del Río, huracanes uno detrás del otro, tornados, trombas marinas, apagones de días enteros, escasez de alimentos, insalubridad, delincuencia, estampida masiva de cubanos… y, para cerrar por todo lo alto: dos temblores de tierra de gran intensidad.

Algunos por ahí le dicen el comuniscalipsis, con sus cuatro jinetes al frente: Raúl Castro es el hambre; Canel la peste, Esteban Lazo los apagones y Guillermo García la muerte.

¿Qué más nos debe ocurrir como nación? Ayer miles y miles de orientales vivieron momentos terribles, salieron a las calles asustados porque parecía que el mundo se acababa. Y todo esto, sin tener electricidad, alimentos, medicamentos, abandonados a la suerte por un gobierno inoperante que no se cansa de pedir confianza y resistencia.

Algo malo tiene Cuba que hasta la naturaleza se encapricha con nosotros. Es como una maldición, partiendo por la tiñosa de presidente de nombre Miguel Díaz-Canel, un tipo miserable de pensamiento y un Singa’o en todo el sentido de esa palabra.

Cuando ocurrió el último sismo, fui corriendo a la redes sociales para ver la reacción de la gente. Más del 80% le rogaba a Dios hacer un milagro por nuestro país, una clara señal del desespero total de millones de almas infelices. Eso es lo único que le va quedando al cubano, aferrarse a Dios.

Dicen los más viejos que a los finales de régimen siempre le anteceden fenómenos naturales. Ojalá y este haya sido el comienzo del fin. Dos ciclones y dos terremotos en menos de un mes. Solo faltaría otra caída de un meteorito y estaríamos listos para hundirnos en el Mar Caribe o ver cómo se largan de aquí toda esa cúpula de viejos y gordos sinvergüenzas.

Empezando por la tiñosa mayor.

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