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DE LA GALLINA DE STALIN A LA REALIDAD CUBANA: UNA REFLEXIÓN NECESARIA

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Por Alex ()
La Habana.- Tras el triunfo de la Revolución Rusa, Stalin emergió como el líder absoluto de la Unión Soviética. Con un poder indiscutible, impuso un sistema que prometía bienestar y progreso, pero que pronto se transformó en una pesadilla para el pueblo. Con medidas que buscaban consolidar el modelo soviético —una economía centralizada, un único partido, y un férreo control sobre los medios de comunicación— el dictador llevó a la nación a una hambruna devastadora. A medida que vacas, caballos y otros animales desaparecían del paisaje, la desesperación se apoderaba de la población, que había aplaudido al principio la llegada de un nuevo sistema.
En un intento por explicar sus crueles medidas a sus más cercanos colaboradores, Stalin realizó una demostración impactante. Trajo una gallina, la acarició y exaltó su belleza, para luego someterla a un brutal maltrato, despojándola de sus plumas, sin piedad. Lo sorprendente fue que, tras infligirle dolor, comenzó a arrojarle granos de maíz, y la gallina, aunque herida, lo siguió agradecida. “Así se gobierna, estúpidos”, dijo Stalin, explicando que el pueblo, al igual que la gallina, se aferra a quien le da alimento, incluso después de ser maltratado.
Esta historia, aunque proviene de un contexto muy diferente, resuena inquietantemente con lo que vivimos en Cuba hoy. Durante más de seis décadas, los cubanos hemos sido alimentados con promesas de un futuro brillante, mientras la realidad se oscurece cada vez más. Al principio, muchos recibieron al régimen con alegría, creyendo que traería bienestar. Pero, a medida que el tiempo avanza, la escasez, la represión y la falta de derechos han transformado ese sueño en una dura realidad.
Como la gallina de Stalin, el pueblo cubano ha sido sometido a un ciclo interminable de sufrimiento, seguido de migajas de esperanza. El régimen controla la información, crea problemas y, cuando la situación se vuelve insostenible, arroja un poco de “maíz” en forma de promesas vacías y soluciones temporales, manteniendo a la población en un estado de dependencia y temor.
Es crucial que reflexionemos sobre esta analogía. Al igual que la gallina, muchos cubanos parecen olvidar rápidamente el sufrimiento infligido por el régimen, confiando nuevamente en quienes han demostrado ser sus opresores. La memoria del dolor es corta, pero las necesidades son largas y profundas. Este fenómeno permite que el gobierno mantenga su control, actuando como el “padre” que premia y castiga.
La historia nos enseña que aquellos que no entienden su pasado están condenados a repetirlo. Los cubanos debemos aprender de esta lección. Es momento de alzar la voz, de no ser como la gallina que acepta el dolor y se conforma con las migajas. Necesitamos un cambio de mentalidad, un despertar que nos permita cuestionar la información oficial y exigir lo que verdaderamente merecemos: libertad, dignidad y justicia.
Así, al mirar hacia el futuro, recordemos que la lucha por la verdad y la justicia es nuestra responsabilidad. No se trata solo de resistir el maltrato, sino de construir una sociedad donde el respeto, la dignidad y la memoria colectiva prevalezcan sobre la opresión. Solo así podremos romper el ciclo y forjar un camino hacia una Cuba verdaderamente libre.
¡Viva Cuba Libre!

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