Enter your email address below and subscribe to our newsletter

OTOÑO (cualquier otoño)

Comparte esta noticia
Por Gretell Lobelle ()
Matanzas.- Me entrego a la histamina. Hace tiempo entendí que soy alérgica a Cuba. Nada se parece más a la bipolaridad que yo en estos días. Me invento de todo: desde sorprenderme con alguien nuevo hasta perder el sabor de la sorpresa y volver a sorprenderme. Total, ya hay una edad responsable para caer hasta donde permite un alprazolam.
Por suerte, mi desmadre emocional es tal que me alegra la metodología de investigación, coqueteando con la IA y estudiando growth marketing; eso ya me da la satisfacción de una paja. En este archipiélago, te aferras a cualquier cosa o te pasa por encima, como le ha sucedido a muchos que ya solo tienen un tema: Cuba.
La felicidad es una actitud. También lo es la buena energía. Cada día cuento menos, escribo menos. En mi bitácora empiezo a ser más prudente. Si estoy mal, me recojo y me aparto.
Entendí que hay que tener claro no soltar las mierdas particulares. La gente está tan jodida que contar toda tu carga, todo tu drama, más que un desahogo, es una tremenda hijeputá.
Alguien me pregunta qué necesito. A veces creo que la gente debería saber lo que necesita el otro, pero no es así. Kike me dedicó una buena conversación para poner eso en perspectiva y, cuando ando perdida, miro hacia él y le hago caso. Nada. No necesito nada. En Cuba, «¿qué se necesita?» es una pregunta retórica. Yo necesito todo y nada. Necesito irme para la pinga de Cuba, tanto física como espiritualmente.
Cada vez que oigo a personajes de los extremos hablando de ayudar al pueblo cubano, me revuelven ciertas maneras de ver la vida. Pero soy yo y esta jodida educación que me dieron. Este país y sus circunstancias llevan su proceso y punto. Si vas a ayudar, no condiciones la ayuda; no puede convertirse en bambolla ni en posición política. El lado donde está la verdad no existe. Ya verán cómo se forma ese poder emergente de nuevos actores económicos. La lista de los jodidos y la del pueblo profundo siempre será la misma. Fíjate que todo aquello que viene del pueblo profundo molesta, incomoda y da urticaria.
Por eso no creo en quienes hablan peyorativamente de un repartero, de un maricón, de trans, de tortilleras o de Yudith la tetona, que tenía al chama desde los tres años mataperreando en la calle.
No creo en quienes critican a una madre de mi barrio llamándola mala madre. No creo en quienes critican el reparto, su música o sus letras. ¿Qué pinga quieren? ¿Que se hable con lenguaje académico? Aquí nunca se tratará de lo que está bien o mal, sino de cómo se debe cambiar una sociedad atrasada, rota y decadente; una sociedad donde quepan todos y no solo unos pocos elegidos.

Deja un comentario