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Carlos Cabrera Pérez
Majadahonda.- La casta verde oliva sigue imponiendo a Cuba su modelo de mayores represión, pobreza y desigualdad, mediante la ejecución de un programa que encarcela la discrepancia política, descuida la seguridad ciudadana y ejecuta un proyecto turístico insolvente y de apartheid.
El raulato y su brazo bisnero, Gaesa, no han conseguido apagar todos los focos de resistencia a sus políticas, ni convencer a todos los que forman parte de la escenografía reinante, que defienden la solvencia de recuperar el sector agroindustrial para producir alimentos, de renovar a fondo el parque de termoeléctricas y suministro de agua potable y de no continuar saqueando las arcas estatales para construir hoteles donde no va nadie.
La actual crisis energética, que es terminal porque las termoeléctricas colapsaron, podría haberse paliado con la construcción de nuevas unidades de generación, aunque tuviera que dejarse de construir dos o tres hoteles insolventes, que son espejimos de la esquizofrenia gobernante.
Un inversor solo busca rentabilidad y paz social, en el turismo cubano no hay ni una cosa ni la otra, por mucho que se empeñen los carceleros en vender la insostenibilidad de partido y prensa únicos y la igualdad entre riquinos y pordioseros.
El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez es un desertor del socialismo próspero y sostenible y su sumisión a las charreteras lo ha convertido en un mero repetidor de guapería barata e improductiva porque cada vez que habla, suben el rechazo popular, el precio del pan y la trompetilla se hace insular.
El partido comunista es el principal enemigo de obreros y campesinos porque está al servicio del grupito que juega al Monopolio con la suerte de once millones de cubanos; incluida la solidaria y abundante emigración, que sostiene al régimen que la exilió y jinetea sin recato.
La alternativa sería libertad con un modelo económico eficiente, productivo y solidario, pero la pobreza ha sido muy rentable para el poder que consiguió, hace años, rebajar al mínimo toda expectativa material de los cubanos; convirtiendo la libertad en penitencia, el café con leche en brebaje gourmet, el arroz en oro molido y las papas en ambrosía.
La casa verde oliva está construyendo, a ritmo de contingente, su pira funeraria por muy poderosa que luzca a los ojos de los pobres de la tierra; los cubanos ya saben que los administradores de la finquita están dispuestos a seguir matando y encarcelando; hasta un buen día.