Por Laritza Camacho ()
La Habana.- Cuando veo gente asombrada por algún gesto bueno, por el altruismo de alguien y escucho o leo expresiones como «todavía hay quien sirve, no todo está perdido», me lleno de dolor porque me doy cuenta del gran problema al que nos enfrentamos.
Me explico: Cuando alguien dice «el amor o la amistad no existen» me río y respondo: «si soy capaz de amar y de ser amiga, entonces el amor y la amistad existen, viven en mí. Eso me permitirá encontrarlo en tí, cuando sea necesario y confío».
Cuando pasa algo lindo y agradeces, está bien, pero cuando te asombras del
médico que corrió contigo, el chofer que te ‘dio botella’, el niño o el vecino que compartieron contigo su pan, como si fueran extraterrestres y casos milagrosos, es porque de alguna manera no eres capaz de hacer eso que ellos hicieron.
De lo contrario no te asombrarías, darías las gracias, lo reconocerías, incluso lo puedes publicar, pero no como el suceso único que siempre lleva detrás la coletilla de «en medio del caos, miren esto…».
No eres malo por eso, sólo que te has convertido en simple espectador de lo bueno y lo malo que pasa a tu lado.
Puedes subir un peldaño en esa manera de ver el mundo y pasar de espectador a persona que actúa. Los que ayudan con donaciones, los que recogen animales o aportan algo, los que hacen un dulce y le dan al vecino, los que en vez de dar codazos para montarse en un taxi, respetan a los que estaban ahí primero y le dan paso, los que ríen en público con el resto y no andan huraños en los lugares, los que pasan por la orilla si están limpiando, los que saludan cuando llegan, aunque no conozcan a nadie… esos, suelen dar las gracias y sentirse parte de lo bueno.
En ellos existe el amor y la amistad que, no están perdidos, sólo están esperando por ti, por un gesto tuyo… y mío, claro.
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