Por Javier Bobadilla ()
La Habana.- Vamos a empezar el asunto de Venezuela por el principio. El chavismo se durmió en los laureles de la victoria em 1998, el año en que Hugo Chávez oyó la palabra «fraude» por primera vez, y necesitado en lo más profundo de legitimidad internacional, mandó a poner un sistema de votación digitalizado y prácticamente imposible de manipular.
Su maestro lo debe haber aconsejado en contra. Si quieres una dictadura saludable, es por todos sabido que la urna la cuidan los pioneros, hasta que les dan el pan con mortadella de la bodega y el Zuko. De la mesa electoral se encarga la vieja más reaccionaria de la circunscripción, que es a la vez la que tiene los hijos, o los nietos, o los sobrinos más delincuentes del barrio. El/la del municipio que viene al conteo tiene que ser del campo más inhóspito posible, y estar luchando apartamento en La Habana. La urna es de cartón, las boletas lo mismo sirven para agarrar la pizza que para secarse el… sudor, y esas elecciones van como una seda.

Chávez no hizo caso. Como todo mal discípulo, quiso saber más que el maestro. Y para ser justo, al principio le funcionó. Pero el principio fue hace mucho. En esta vuelta, la oposición cayó en cuenta de que sí, el sistema era infalible, y por primera vez en muchos años, decidió jugarle al chavismo por sus propias reglas. Jugaron y ganaron, más exactamente. Le metieron 65 por ciento contra 30, y la calderilla restante fue a otros candidatos.
¿Han oído decir que Maduro hizo fraude?
Maduro no ha hecho fraude. El jefe de la cosa electoral se paró ahí el domingo por la noche, y con el estilo propio de las dictaduras caribeñas, dijo «Ganamos» y punto. Sin explicaciones. 51 por ciento para Maduro y el PSUV.
¿Cómo se vota en Venezuela?
Usted llega al colegio electoral y encuentra una máquina con una pantalla táctil. Por una parte pone la huella digital, por otra parte marca su candidato, y por otra, y ojo, esto es fundamental, la máquina imprime un comprobante. Como la caja de la tienda. Ese comprobante se echa en la urna, es la boleta. Su voto queda registrado en dos lugares, la memoria de la máquina y el comprobante.
Al cierre de las votaciones, la máquina se conecta al servidor, transmite los datos e imprime varias copias de un acta de cuántos electores votaron, y cuántos votos obtuvo cada candidato. Durante el proceso, la máquina no está conectada, para que no la puedan hackear. Además de eso hay testigos en cada colegio, y al momento de imprimirse el acta, se lee públicamente. Hay vídeos de todas esas lecturas, y NUNCA gana Maduro.
Para resumir, tiene que dar la lista con el billete. María Corina, la Líder de la Oposición en Venezuela y organizadora de todo este asunto, logró hacerse con una copia de casi todas las actas y las puso online, para que cualquiera las pueda revisar.
Tampoco es simple falsificar un acta. Cada paso del proceso está protegido criptográficamente. Les digo que Hugo Chávez se la gastó en el sistema. Jamás se había visto un dictador tan preocupado con la democracia.
La reacción mundial al «Ganamos» a secas de Maduro fue la lógica: «Enseña las actas, porque todo el mundo te vió perder».
Que fácil hubiera sido entregar el pan con pasta, recoger sus cajas de cartón a medio defondar, darles candela en el parqueo de una unidad militar por ahí, y decir que el 80 por ciento del pueblo cubano votó por la nueva constitución.
Pero no. Ahora medio mundo está pidiendo ver las actas, y Maduro no las puede enseñar, porque tiene que reconstruir toda la base de datos desde cero. Mientras tanto, le va echando la culpa de todo a todos, y matando gente, y metiendo presos. Aquello está, además, lleno de cubanos. Los médicos de siempre, los «asesores», los «informáticos» que están tratando de hackear el sistema para armar una votación nueva y creíble, en la que Maduro gane con 51 por ciento, la mitad de la Seguridad del Estado y cuatro aviones de boinas negras, que fueron a hacer popopó.
Maduro prometió públicamente un baño de sangre si no ganaba, y lo está cumpliendo, incluso después de decir que ganó.
Venezuela lucha por su libertad. Por liberarse de Cuba. (Escribo esto, y la vergüenza me mata).

Entre la noche del domingo y la noche del miércoles, el país fue una locura. Las manifestaciones fueron masivas. Quemaron todos los carteles de Maduro, arrancaron cinco estatuas de Chávez, y a una le desprendieron la cabeza para arrastrarla por la calle. Ya sabemos por qué Fidel no quería monumentos.
El mundo entero sigue esperando las actas de Maduro, que siguen sin aparecer. Muchos países de América han roto relaciones con Venezuela, después de faltas de respeto de Maduro. AMLO, Lula y Petro -presidentes de México, Brasil y Colombia, respectivamente, y fans del socialismo- se han visto obligados a pedir las actas para poderlo reconocer presidente. Hasta a ellos les está molestando la hemorragia de venezolanos yéndose para cualquier parte.
Aquí, por supuesto, lo felicitamos minutos antes de darse los resultados. Las dictaduras se vuelven estúpidas con el tiempo. China, Irán y Rusia también lo reconocieron y felicitaron, pero esperaron a después de anunciarse la falsa victoria.
Desde el domingo por la mañana no ha pasado nada que me sorprenda. Cuando se echó la primera boleta, todo esto se volvió inevitable. Pero María Corina sabía. Todo estaba en sus planes.
Lo peor de todo esto es que Maduro está tratando de estafar a los Estados Unidos, a la cara. Por eso fue que se echó la primera boleta.
Porque estas elecciones no salieron de la nada así como así. Maduro firmó un acuerdo con lo Washington, en el cual se comprometía a hacer elecciones supervisadas y acatar los resultados, mientras Estados Unidos se comprometían a retirar todas las sanciones sobre Venezuela, y si perdía, además le garantizaban una salida limpia. Y para que viera que no había cráneo, le empezaron a comprar petróleo.
Venezuela solo produce petróleo. Ni Rusia ni Irán compran petróleo, porque les sobra, y China tampoco, porque se lo compra a Rusia. Cuba ni compra ni produce. Cuba chupa petróleo. Chupa, a un nivel de seres mitológicos y personajes históricos, como una fusión de Drácula con el Chupacabras y Mia Khalifa, y da unos consejos capaces de llevar a la miseria a un país con más petróleo que Kuwait, los Emiratos Árabes y Rusia, juntos. Como dijera el gran filósofo de la antiguedad, Elvis Manuel: «Sigue sacando petróleo, y olvídate de tu novio».
Así que el cretino estaba hecho. Lo que, cretino al fin, no lo entendió. Se dijo: «Me hago unas elecciones, gano, me quitan todas las sanciones, y Esto va a ser Eterno». Empezó por perseguir a todo el que colaborara con la campaña de la oposición. Invalidó a María Corina como candidata. No permitió la supervisión, excepto la del Centro Carter -porque era parte del acuerdo-, el cual dijo que las elecciones no cumplieron los estándares para considerarlas democráticas. Sucio, muy sucio.
El cretino tenía 48 horas para presentar las actas, plazo que se venció el martes. En todo este tiempo, aparte de hablar de construir nuevas prisiones para presos políticos, se retó a una pelea con Javier Milei, y después con Elon Musk. Elon Musk aceptó, by the way. John Kirby, vocero del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, ha dicho públicamente que se le está acabando la paciencia. El Secretario General de la OEA pregunta que hasta dónde es la paciencia, y quiere presentar una orden de encarcelamiento contra Maduro en un tribunal internacional.
Hoy Venezuela amaneció en silencio, con la tensión flotando en el aire. María Corina convocó a una marcha masiva el sábado 3 de agosto. Dice que ya ganaron, pero ahora hay que cobrar, y es hasta el final.
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