Por Vicente morín Aguado ()
Tennesse (EEUU).- Diosdado Cabello es el obstáculo principal a una salida pacífica de la crisis en Venezuela. Jefe del cártel Los Soles, narco cuya cabeza está requerida por cinco millones, presiona a Nicolás Maduro para que permanezca en el poder porque él no tiene opciones de retirarse e irse del país.
Cabello, un delincuente con fachada política, presiona a Maduro para que permanezca en el poder porque él no tiene otras opciones.
Diversas fuentes y expertos han explicado que este personaje, calificado aún más al extremo del radicalismo dictatorial, cuya cabeza visible es el actual e ilegítimo presidente Nicolás Maduro, actual Vicepresidente del partido en el poder, el PSUV, con fuertes vínculos en el sector militar, quedaría fuera de una negociación de la transición, y por tanto chantajea a Maduro con la amenaza de «o sigues de presidente o doy un golpe y el presidente seré yo».
Desde que Chávez, antes de morir, designara a Maduro sucesor, surgió una aguda rivalidad entre ambos personajes políticos, llegándose a un acuerdo entre ellos por el reparto del poder, lo que significa, reparto de las ganancias, influencias y demás privilegios dentro del narcoestado venezolano.

Como Maduro, en su condición de jefe de Estado, por precaria que sea, representa oficialmente los poderes públicos, pudiera obtener un escape personal al aceptar la victoria legítima de la oposición, a cambio de evitar la prolongación de la actual situación, cuyas consecuencias en vidas humanas son ya alarmantes, entonces esto dejaría a Diosdado Cabello al garete, sin apoyo oficialista.
Noticias frecuentes indican el resquebrajamiento de la hasta hoy prevista unidad monolítica de las fuerzas armadas, la policía y otras entidades militares del régimen.
Durante el proceso electoral, del 28 de julio, en muchos centros de votación, los militares permitieron a testigos de la oposición entrar, haciendo caso omiso a órdenes superiores de impedirlo. Esta actitud permitió obtener parte de las actas de votación que ahora exhibe, como muestra fehaciente de la verdad, María Corina Machado, el presidente electo, Edmundo González, y su equipo de campaña.
En los días posteriores, se han observado frecuentes acciones de uniformados solidarios con los manifestantes por diversas causas. No se aprecia mucho entusiasmo en las acciones represivas, considerando acciones meses atrás impensables, como el derribo de varias estatuas del fundador de la dictadura, el semidiós Hugo Chávez.
Un factor adicional ha surgido, cuando organizaciones criminales de barrio, los llamados «trenes», están apoyando al pueblo. Es peligroso, contraproducente, este apoyo a la justa causa democrática, pero no deja de tener su valor, porque están neutralizando a los llamados «colectivos», milicias paramilitares chavistas que tradicionalmente han servido para aterrorizar a los opositores.
Esto de los llamados trenes debe verse como un factor adicional, porque el enorme, efectivo, trabajo realizado por María Corina, uniendo al país en su conjunto, estado por estado, pueblo por pueblo, desplegando una energía asombrosa, ligada a su capacidad natural de convencimiento, ha quebrado las bases sociales del chavismo, ya de por sí mismas resentidas, dada la crisis generalizada del país.
La gente está bajando en masa de Los Cerros de Caracas, barrios pobres hasta hace poco bastiones del chavismo.

Hoy en día, la figura de María Corina Machado, enérgica a la par de calmada, firme, ecuánime, en medio de acontecimientos tan dramáticos, es en ella misma un factor de victoria.
Una mínima comparación entre el esperpento humano, degradado a payaso político que es Nicolás Maduro, apodado «masburro» por el pueblo, frente a su gallarda opositora, en las apariencias la imagen de una débil mujer, proyecta el contraste de la democracia frente a la dictadura.
Maduro, aguijoneado por Cabello, cometió el grave error político de decretar la farsa electoral, cuyos números son absolutamente contradictorios con los hechos y los documentos, dada la abrumadora diferencia entre ganador y perdedor.
Lo esperado era que se aceptara formalmente la derrota, considerando que había cinco meses para maniobrar desde el poder hasta la fecha de traspaso de poderes en enero próximo.
Si en medio de su actual borrachera política, llegada la resaca, le asiste algo de mínimo valor personal al masburro presidente, está a tiempo para negociar. Las declaraciones de Edmundo y María Corina reiteran, con inteligencia, la puerta abierta a una conciliación cuyo único punto no negociable es el reconocimiento de la legitimidad del presidente electo por el pueblo, marchando hacia un justo traspaso de poderes en paz.
Un último detalle, las fuerzas armadas y la policía están también contempladas por la oposición ganadora en la reconciliación nacional. La dirección de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), resultado del liderazgo de la mujer que es hoy el alma del país, no han ocultado su apuesta a un cambio favorable en la actitud de los uniformados, cuya conciencia enfrenta hoy la amarga decisión de disparar, no ya contra una fracción de Venezuela, sino contra Venezuela toda, porque el éxito de María Corina Machado ha sido rebasar la confrontación ideológica, convirtiendo el actual proceso político en el anhelo de todo el país frente a la banda criminal que lo desgobierna.

En el ámbito internacional, aunque está fuera de las intenciones de este comentario porque consideramos que el asunto se resuelve en Venezuela, al paso de los días va tornándose irrelevante si el gobierno, el llamado poder electoral, de hecho un apéndice controlado por Maduro y Cabello, desprestigiado, presenta las consabidas actas electorales. El fraude es tan inobjetable como la victoria de Edmundo González Urrutia.
La única actitud digna de la comunidad internacional es reconocer al presidente electo, condenar al régimen y actuar, sobre todo actuar a favor del retorno a la paz con democracia que están luchando los venezolanos en las calles, a riesgo de sus vidas.
Flota en el aire, corta el aliento, evitar la fatalidad de perder a María Corina. Ella debe cuidarse, deben cuidarla, asombra su valentía a cara descubierta hablándole al pueblo con tantas azoteas a su alrededor. Respetando a creyentes o Ateos, el decir popular me asiste: La maldad de los opresores es infinita, el diablo nunca duerme, pero Dios está de seguro al lado del pueblo venezolano.
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