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MADRES CUBANAS: ACASO YA NO HAY MARIANAS

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Por Anette Espinosa ()

La Habana.-  Cuentan que a Mariana Grajales le llevaron una vez el cuerpo de su hijo Antonio, herido, y en lugar de andarse con blandenguerías, le dijo al más pequeño que ya era hora de que se alistara y fuera al campamento a luchar por la libertad de Cuba.

La madre de los Maceo, que era de estirpe, valiente, que ponía todo por detrás del sagrado deber de luchar por la libertad de la patria, no ha tenido muchas herederas en la Cuba posterior, entre ellos la mía.

Las madres de ahora, en lugar de aconsejar a los hijos, a nosotros, que somos jóvenes y que podemos cambiar el destino del país, a salir a las calles, pelear, luchar por nuestros derechos y nuestro futuro, se deshacen en mohínes y consejos cada vez que nos ven salir a cualquier lugar.

Mariana Grajales, símbolo de hidalguía y valorEsta mañana fui a salir de la casa, y cuando mi madre, que aún dormía, me vio con la mochila y mi pullover blanco, me hizo prometerle que no iría a ninguna parte, a ninguna protesta, y que no me enrolaría en nada. Y también que volvería antes de almuerzo, para sentarnos a la mesa, en familia, con los abuelos, como se hace en la casa donde vivo desde tiempos inmemoriales.

Mi madre, y las de todos mis amigos sufren todas las escaseces posibles, pero prefieren seguir sin comida, sin medicamentos, sin zapatos, sin agua y sin corriente, antes de respaldar las posiciones rebeldes de sus hijos.

¿Pero qué ha pasado con nuestras madres, y con nuestros padres? ¿Cuál es el temor a que nos enfrentemos al régimen despótico que nos somete, a que les cantemos en la cara sus verdades? ¿Por qué tanto miedo de que nos sumemos a la lucha, si contra Batista peleaban en la calle cientos de personas y las madres los apoyaban, o por lo menos permanecían en la retaguardia?

La respuesta está en el daño antropológico que ha causado el castrismo en las familias, en las madres, sobre todo. Se han encargado de crearle leyendas a todos aquellos que se rebelan, y los pintan como mercenarios, pagados por no sé quién, pero lo peor de todo son las desmesuradas condenas, dictadas por tribunales parcializados, con jueces que se venden por una caja de pollo y fiscales que se dejan comprar por picadillo.

Porque la policía es corrupta, y por un pomo de aceite y dos botellas de ron malo que le dan en la unidad, son capaces de cualquier cosa. Porque esos oficiales de policía no quieren volver a esos recónditos lugares de donde salieron, porque no tienen escrúpulos, como no tiene escrúpulos el gobierno que condena y decide sobe el futuro de los jóvenes, el gobierno que miente y manipula.

Esas cosas no las sabemos nosotros, pero las madres las saben. Y si a Mariana le hubiera tocado vivir esta época, tal vez no le hubiera dicho a su hijo menor que se empinara y se fuera a luchar por la libertad de Cuba.

Tal vez le hubiera dicho: «ven temprano, hijo mío. No te enredes en ninguna protesta. Recuerda que estos que dirigen y los policías que los defienden son unos hijos de puta y muy capaces de armarte una causa y meterte 20 años en una prisión.

Las mujeres, los seres humanos todos, son hijos de su tiempo. Y nuestras familias lo son. Yo solo tengo la esperanza de que ese miedo congénito de nuestros progenitores, vaya desapareciendo poco a poco, y sean ellos los que nos digan que hagamos algo, que demos candela, que rompamos cristales, que saboteemos las cosas del gobierno, aunque solo sea con la intención de acelerar su caída.

Los cubanos, nuestras madres, sobre todo, no merecemos pasar por situaciones como las que vivimos desde hace muchos años. Tenemos que hacer algo, aunque ellas no quieran, aunque sea por ellas.

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