Holguín.- De pequeña nunca entendí para qué me habían enseñado a leer si después me prohibían los libros. De adolescente creía que eran el máximo exponente de la locura clasificando libros en buenos o malos acorde al tema (a veces solo el título o el autor) y nunca basados en calidad y estilo, sin tener en cuenta la maestría lingüística, gramatical o de forma. De adulta no me quedan dudas de que la literatura puede ser a un tiempo golpe y abrazo, pero nunca oscuridad.
Si un libro ha sido prohibido merece la pena ser leído. Escoja su razón. Puede hacerlo por el libro en sí mismo o para desafiar el miedo que lo censura. El libro no lo defraudará. Y si no cubre sus expectativas al menos desnudará al poder dictatorial que lo niega.
A los libros siempre agradecida por haberme enseñado a ver.
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