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Por Jorge Sotero
La Habana.- Hace unos años, cuando aún era un jovencito y estudiaba en la universidad, regresaba en un camión a Cumanayagua. Iba en la cabina, con el chofer, y a unos kilómetros del pueblo una pareja de policías hizo señas para que el vehículo se detuviera. Solo querían llegar a la cabecera municipal, y aunque la cama del viejo V8 iba cargada de huevos, dijeron que se acomodarían detrás.
Tres kilómetros más adelante hicieron señas para bajarse. El chofer se detuvo y los dejó, pero cuando llegó a su destino se dio cuenta de que le habían robado seis cartones de huevos, y cuando aquello no había la escasez de ahora, ni las necesidades, y un cartón no andaba por dos mil pesos cubanos, como en estos tiempos.
Una mañana de 2007 caminaba Rampa abajo para ir hasta Cubana de Aviación en busca de un boleto para un viaje a Nueva Gerona. Apenas amanecía. En la esquina de 23 y N una pareja de jóvenes policías discutían con una mulata. Ella les exigía que le dieran el carnet que le quitaron la noche anterior, y ellos le decían que no se lo entregarían si no les daba los 20 CUC acordados.
La joven jineteaba en La Rampa y ellos cuidaban la zona, y para darles libertad de movimiento a las que buscaban extranjeros allí, exigían la ‘módica cantidad’ de 20 CUC. Los agentes del orden, los encargados de velar por la llamada tranquilidad del pueblo, actuaban como vulgares proxenetas.
Mi tío Zacarías había acabado de salir de prisión y no encontró otro trabajo que el de chapear cunetas. Hacía su norma temprano y luego se tiraba un rato a descansar debajo de un puente en la carretera o de un árbol, para esperar que pasara el encargado de controlar el trabajo. Un mediodía dormitaba debajo de uno de los puentes cuando sintió un auto que se detuvo y escuchó la conversación de dos personas.
-Vamos a sacársela toda y luego le echamos dos litros. Con eso basta para llegar a la unidad -decía uno.
-No hay que apretar, con 12 litros basta. Son 120 pesos para cada uno, más de lo que ganamos en la semana -comentó el otro.
-Pero mañana es sábado y me quiero tomar unas cervezas tranquilo en casa, con la jevita nueva.
-Esta semana le hemos dado duro…
-Nadie sabe cuánto hace por litro el tareco ese. Además, los jefes no están para eso. El cacique ni se la echa al carro suyo, la saca directo en un tanque y la vende. Chupa ahí y no lo pienses más…
Cuando el auto arrancó, Zacarías sacó la cabeza y vio alejarse a una patrulla de la Policía. Los dos agentes eran los mismos que iban todos los días que trabajaban y se parqueaban frente a su casa, en una entrada al costado de la escuela. Uno se quedaba al timón, el otro bajaba y salía con un galón de alcohol, del que preparaba Yosvani en una especie de taller al fondo. Ellos no eran los únicos que pasaban cada tarde a recoger la bebida, por demás de pésima calidad y reputación.
Frank sobornó y grabó a un patrullero a la salida del túnel de Línea, en La Habana, camino al Malecón. Frank se puso el celular en el bolsillo de la camisa, con la cámara en vídeo y pasó a exceso de velocidad. El policía lo detuvo, le dijo que lo tenía que multar, que le entregara los documentos. Frank tenía un billete de cinco dólares y lo puso junto con el carnet, la licencia y la circulación. El agente se hizo el de la vista gorda, tomó la plata y le dijo que continuara.
Esas son solo unas muestras, muy cercanas, de las cosas que conozco, y que darían para escribir un libro sobre el accionar de la policía cubana, responsable también de la situación de Cuba, por prestarse para reprimir al pueblo, para perseguir a los que se pronuncian contra la dictadura.
Esos que roban gasolina, que se dejan sobornar, que chantajean a los que tienen negocios subterráneos o a las jineteras, que golpean en las calles y persiguen sin piedad a los que protestan contra el régimen dicen ser la quinta mejor policía del mundo. Esos no tienen ni ideas de lo que es una policía de verdad, de lo que son agentes entregados a su trabajo y a sus responsabilidades.
No saben cómo funciona su profesión, la cortesía que deben mostrar, lo importante del porte y aspecto, del ser educados, de inspirar confianza y no odio, de lucir elegantes y no como andrajosos, de defender al pueblo y no a los gobiernos, de responder a la ley y no a los tiranos. La policía cubana puede ser la quinta peor del mundo, pero no la mejor.