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Por Carlos Carballido ()
Dallas.- Esa es la última imagen que tengo de Cuba una vez que el avión dejó la pista para conquistar las nubes y el cielo tan intenso.
Mientras la nave ruge para alcanzar vuelo, las palmas corren en sentido contrario hasta que, sin apenas notarlo, desaparecen en el borde inferior de la ventanilla. Luego caes en la cuenta de que posiblemente no las verás más o que pasarán años en hacerlo.
Emigrar no es fácil. Te llevas contigo un par de trapos que no significan nada en la opulencia a donde vas. Cargas con miles de vivencias, rencores disfrazados en melancolía y disgustos, momentos bellos y amargos que no cabrían en el par de bolsos que te permiten llevar.
Antes no fue ni por asomo como ahora. El daño antropológico que sufren todos los cubanos adiciona un peso extra para la depuración de la mentalidad que se necesita en un país extraño que aún conserva algo de dignidad y ley.
Uno nunca rompe con el pasado. Menos con ese pedazo de isla donde las madres parían hombres y mujeres cabales. Hoy parece que ya no es así. Pero dentro de tanto lodo hay perlas que jamás serán devoradas por los cerdos.
Un avión es el boleto a la libertad, aunque muchos no lo entienden. Es un proyectil que te aleja de un país decadente y en la mierda, y donde muchos, al pasar los años, regresan obligados por la familia.
Yo también vi las palmas desaparecer pero en un viaje de escape. Tras 25 años no pasa un día en que evoque esa imagen. La última imagen.
Hoy, Jaimito y su esposa vivirán esa experiencia convertida en un reto de vida o muerte.
Al final, las palmas son novias que esperan, dijo el Apóstol. Las de allá son las mismas del sur de la Florida. Altivas y tranquilas. Fuertes como para aguantar un huracán…Pero … serán aquellas, las de allá, las únicas que se extrañan para toda la vida.