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Por Albert Fonse ()
Para los que dicen que en Cuba solo hay armamento viejo, déjenme dudarlo, y con fuerza.
Es cierto que los tanques, aviones y otros equipos pesados que la dictadura cubana muestra, cuando los muestra, son antiguos. Pero ¿quién dijo que ese es el verdadero arsenal? Esos equipos son visibles, difíciles de mover sin levantar sospechas y además costosos. El verdadero peligro no está en lo que se ve. Está en lo que no se ve.
Cuando hablo de armamento no me refiero a guerras convencionales. Me refiero a misiles de corto y mediano alcance, drones suicidas, sistemas de interferencia, armas portátiles, estaciones de espionaje, equipos electrónicos compactos que pueden estar desplegados en cualquier parte del país sin ser detectados. Eso es lo que importa hoy.
Eso, Cuba puede tenerlo. Cuba no es una isla aislada. Es el portaaviones terrestre de Rusia, Irán y China. Es el socio histórico de todos los enemigos declarados de Estados Unidos. En un mundo al borde de un conflicto global, esos aliados no dejarían desprotegido al enclave estratégico más cercano al territorio norteamericano.
¿De verdad creen que esos regímenes que financian grupos terroristas, arman milicias en África y Medio Oriente y mueven arsenales de un continente a otro no han aprovechado décadas de relación con Cuba para esconder un as bajo la manga a solo 90 millas de la Florida?
Muchos hablan con autoridad como si conocieran a fondo a Cuba y lo que la dictadura hace, pero algunos ni siquiera han visitado Varadero. No han estado jamás en un cayo turístico, nunca han recorrido más allá de su barrio, y su única visión del país es la que les da el noticiero del Primero de Mayo. De Cuba se conoce muy poco, y los que menos la conocen son los propios cubanos. La dictadura no solo controla lo que pasa, también controla lo que se ve, lo que se dice, y lo que se cree que se sabe.
Entre los que repiten lo que no entienden están también los llamados opositores de escaparate. Aquellos que hacen bulla sin tocar jamás a los verdaderos dueños del país. Nunca mencionan a GAESA, ni a los generales, ni a las alianzas con Irán, Rusia o China. Simulan confrontar al régimen, pero no molestan a los que realmente mandan.
Negaron durante años sus vínculos con el narcotráfico, y luego se probó todo. Negaron que tenían plataformas de misiles soviéticos en 1962. Y negaron el crimen del Remolcador de Regla. Cuando el pueblo salió a la calle el 11 de julio, apareció de pronto todo un despliegue represivo con armamentos, uniformes y equipos antidisturbios que nadie había visto antes, pero que estaba preparado. Esperando el momento.
Entonces, ¿de verdad vamos a creer que no hacen lo mismo con tecnología militar moderna?
Cuba pertenece a una empresa manejada por los militares llamada GAESA. No se mueve por ideología. Se mueve por poder, dinero e intereses. Esa mafia que no gasta en comida ni en electricidad pero sí en hoteles de lujo y vigilancia, tiene todos los motivos para invertir en sistemas estratégicos escondidos en cualquiera de los más de cuatro mil cayos e islotes del archipiélago cubano.
La dictadura cubana no es obsoleta. Es camaleónica. Sabe cuándo esconder, cuándo mostrar y cuándo atacar. Lo hará si eso garantiza su supervivencia o le permite ser útil a sus aliados.
Déjenme desconfiar. Porque confiar en un régimen mafioso, represivo y aliado del terrorismo internacional, eso sí sería una locura o estupidez.