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Por Ulises Toirac ()
La Habana.- Nos hicieron creer que Maceo había sido intransigente cuando habló en Mangos de Baraguá de continuar la lucha… y nada más lejos. De hecho tuvo relaciones epistolares con Martínez Campos a tenor de la propuesta que había recibido de otros insurrectos para asesinarle en el encuentro.
No se comportó intransigente, se comportó firme. Hay una gran diferencia. La intransigencia presupone una negación a admitir, se asemeja a la intolerancia. La firmeza implica un principio que respeta lo diferente.
El hecho es que somos intransigentes. Y mientras más pasa el tiempo más se extrema. El uso de la despersonalización de las redes y vías informáticas en la interacción le ha puesto gasolina al fuego.
Es casi prohibitivo opinar. Y no porque los demás no puedan estar en desacuerdo. Claro que pueden. El hecho es que esa intransigencia convierte el desacuerdo en insulto y amenaza. Sin ton ni son. Sin siquiera tomarse la molestia de investigar antes de opinar. De arribar a conclusiones por la vía del conocimiento de algo.
Muchas veces leo opiniones extremas a tenor del enunciado de un escrito o una noticia y uno se da cuenta de lo lejos del contenido como tal. Porque lo otro es que el afán de likes transforma “Perro muerde a señora” en “Insaciable asesino canino suelto en la vía masacra a los transeúntes”.
Ojo: este es el maldito meollo. No otro. Por esto no vamos a tener paz jamás como nación.