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EL HIJO DEL PRESO: EL CARDENAL CUBANO QUE LLEVA LA FE AL CÓNCLAVE

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Cuando el cardenal Juan de la Caridad García Rodríguez entró en la Capilla Sixtina, la víspera, para elegir al sucesor del Papa Francisco, no lo hizo solo como arzobispo de La Habana. Tampoco como representante de América Latina. Lo hizo, en cierto modo, como el hijo de un prisionero político cubano.

Nacido el 11 de julio de 1948 en Camagüey, Juan de la Caridad creció en una Cuba marcada por el conflicto ideológico y la represión. Su padre, que trabajaba en los ferrocarriles, fue arrestado durante los primeros años del régimen comunista, acusado de “mala administración”.

Según relatan quienes vivieron aquella época, ese tipo de acusaciones muchas veces eran fabricadas. También se utilizaban como excusa para silenciar a quienes pensaban distinto o no estaban de acuerdo con el nuevo gobierno. Murió en prisión tras sufrir un infarto.

La pérdida marcó profundamente a Juan, que, lejos de rendirse al dolor, eligió el camino del servicio y la fe. Aquella pérdida, más que quebrarlo, lo empujó a una vida de entrega y esperanza.

Por el béisbol empezó todo

Tenía apenas trece años cuando un sacerdote, sabiendo de su amor por la pelota, lo invitó al seminario con una sonrisa cómplice: “Allí también se juega béisbol.” Esa promesa —una combinación de evangelio y guante— fue decisiva. En sus propias palabras: “Fue por medio de la pelota que el Señor quiso entrarme al seminario.”

Fue ordenado sacerdote el 25 de enero de 1972. A lo largo de su ministerio recorrió pueblos y barrios humildes. Celebró misas en casas particulares. Además, habló de paz, dignidad y trabajo con frases breves y claras. Nunca fue un clérigo de púlpito lejano, sino un cura de bicicleta y sotana gastada.

En 1997, San Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Camagüey. Un año más tarde, ese mismo Papa visitó Cuba y pronunció una frase que marcaría una época: “¡Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba!”. En 2002, Juan de la Caridad fue promovido a arzobispo. Además, en 2016, el Papa Francisco lo trasladó a La Habana. Tres años después, lo elevó al cardenalato.

Ese mismo Francisco, sin embargo, ha sido objeto de críticas por parte del exilio cubano y defensores de los derechos humanos. Muchos consideran que su postura hacia el régimen ha sido demasiado indulgente. A diferencia de sus predecesores, evitó condenas abiertas al sistema político cubano. Esto ha generado decepción entre quienes esperaban una palabra firme frente a la represión.

Un premio a la resistencia

El 26 de abril de 2025, García Rodríguez estuvo presente en la solemne ceremonia fúnebre del Papa Francisco, celebrada en la Plaza de San Pedro ante más de 200 mil fieles. Delegaciones de 148 países asistieron, incluyendo diez jefes de Estado. Su figura fue recibida con respeto. Fue vista como símbolo de la fe perseverante de una Iglesia que ha sobrevivido a la censura, al aislamiento y al silencio impuesto.

Juan de la Caridad García Rodríguez es solo el tercer cardenal en la historia de Cuba, tras Manuel Arteaga Betancourt (1946) y Jaime Ortega Alamino (1994). Su elección no es solo un reconocimiento a su trayectoria. También reconoce la fidelidad silenciosa de la Iglesia cubana, que ha resistido entre consignas, apagones y vigilancias.

Equipaje ligero, fe firme

En enero de 2022, celebró sus Bodas de Oro Sacerdotales, marcando 50 años de sacerdocio. La misa conmemorativa en la Catedral de La Habana fue un momento de gratitud y memoria. En su homilía, el cardenal recordó tres momentos de su vocación: cuando, siendo monaguillo, se probó por juego una casulla negra y pensó “¡qué bonito soy!”; las visitas del padre Cavero a su barrio cuando faltaban sacerdotes en Camagüey; y, por supuesto, los campos de béisbol en los seminarios.

Estas últimas fueron testigos silenciosos de un llamado que empezó con un bate y terminó en el altar. El Papa Francisco le envió una carta personal de felicitación.

Cuando llegó a la capital, lo hizo con una sola maleta. No es metáfora, sino estilo de vida. Así ha vivido siempre: ligero de equipaje, pero firme de fe.

Hoy, a sus 76 años, vota por el próximo Papa. En su sotana lleva el recuerdo de su padre, el eco de un campo de pelota, y el peso de una nación que ha sufrido sin dejar de soñar.

Porque en Cuba, incluso los cardenales nacen del sacrificio. (Tomado de Curiosidades de Cuba)

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