
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Ramón García Guerra ()
La Habana.- Cuando ella dijo que José Gabriel es conocido por todos en Encrucijada, pero que hasta hoy nadie se ha opuesto allí a la detención arbitraria y encarcelamiento del mismo, sentí que me habían dado una patada en el pecho.
Imagino oír una frase socorrida: «Algo habrá hecho». Porque la gente no está para buscarse más líos –dice el sentido común– que aquellos que tiene y no logra resolver. Luego no hay nadie con naturaleza de mártir que esté dispuesto a inmolarse y luego, si se atreve, ¿cambiaría en algo la situación?
Esto me hace pensar en los casos de secuestros, torturas y desaparecidos que se dieron en América Latina en las décadas de 1960 y 1970, cuando los militares se dedicaron a esa tarea infame ante la indiferencia de la sociedad.
Siendo así, no hallo la diferencia con lo que sucede en Cuba hoy mismo.
Desde la centro izquierda y las derechas se ha discutido mil veces cómo enfrentar una transición a la democracia (Caballo de Troya); nosotros, en cambio, hablamos de cómo hacer la revolución justo después de haber vencido al castrismo.
Aunque en ambos casos conviene que nos hagamos la pregunta: ¿por qué un régimen que no asegura una vida digna a la población logra niveles de aprobación en la sociedad y conserva la capacidad de movilización que muestra en eventos y procesos?
Antonio Gramsci nos daría la mejor explicación. «Porque ese régimen, diría el marxista italiano, aún es hegemónico». Pero en tal caso, ¿sobre qué pilares se sostiene ese poder en la sociedad? Entonces voy a hacer una relación de los mismos.
–Sabemos que toda acción en contra del régimen es calificada como «actividad enemiga» y por tanto se considera una traición a la patria, que además es castigada con la mayor severidad. Vivimos en medio de una guerra civil permanente que afecta a toda la sociedad.
–Aunque el margen de manipulación de la realidad se ha reducido, aún los medios de difusión de masas, el sistema de educación y el aparato de propaganda del Partido están al servicio del régimen.
–Durante la era soviética se aplicó la política de dádivas a cambio de lealtades, pero en las últimas tres décadas esa política ha perdido su eficacia. Ahora el control del proceso se mantiene a través de políticas selectivas que se han convertido en una fuente de privilegios y de cooptación de sectores de la sociedad
–Vivimos en un estado de excepción que se da como un continuo de políticas de excepción que han sido aplicadas por el Gobierno durante todo el proceso y que al final han logrado que la tolerancia al abuso de autoridad –por ejemplo– se haya convertido en una manera de hacer política
–La política de ninguneo que ha aplicado por siempre el Gobierno no sólo ha dañado la autoestima de la gente, sino que además ha banalizado el mal mediante la deshumanización de las víctimas de la violencia.
–La sociedad fue adjetivada al Estado y este último fue convertido en rehén del Partido, que, a su vez, fue secuestrado por una casta de autoelegidos. Luego el control policíaco ha calado en la psicología del cubano y funciona como autocensura.
Advierto que todas esas variables inciden en el caso de José Gabriel en una mayor o menor medida. Aunque ha pesado más la desinformación en las izquierdas y la normalización de la violencia entre los vecinos de Encrucijada.
Durante todo el tiempo se ha dado una resistencia al poder instituido en Cuba que el régimen ha utilizado a su favor en todo momento, acusando de mercenarismo a la oposición y eso lo ha convertido en un capital político que emplea para justificar las prácticas de represión que aplica en contra del disenso.
Desde las izquierdas, ¿qué tipo de acción cívica hemos realizado? Durante la década 2003-2012 nos dedicamos a investigar y a hacer conciencia. Creemos que nuestra misión hoy es acompañar a una sociedad en movimiento que crea nuevas realidades.
Entonces voy a plantear tres tópicos con la intención de encontrar una salida de la situación de marasmo en que estamos.