Por Arturo Mesa (…de la serie… Los Atlantianos)
Atlanta.- Esta vez tocó acuario. Una de las atracciones de la ciudad que no había visto porque la entrada cuesta como 60 dólares. Pero les aseguro que los vale.
El diseño es impresionante, así como la estructura del lugar. Cuando entras ni te lo imaginas, pero cuando empiezas a caminar te das cuenta de que te vas a perder por todo aquello muy pronto. ¡Nada como perderse!
De lo que les puedo contar, lo más interesante es el enorme tiburón ballena que exhibe el tanque principal. Cuentan que tanto el tanque como el animal fueron idea del creador de “Home Depot” Bernie Marcus, un atlantiano que soñó con tener en su ciudad uno de los acuarios más grande del mundo (y todavía hay quien le teme al emprendimiento privado).
Para colmo, compró al animal en Taiwán y lo trajo en un vuelo de UPS (compañía también de Atlanta) con una carga total de 150 000 libras para un costo de 200 000 dólares aproximadamente. La inversión total del acuario fue de unos 250 millones, de Marcus también.
La piscina en donde están estos animales es enorme, la puedes observar desde arriba también como para que detalles mejor las dimensiones y el túnel resultó ser la atracción principal; hay una estera que te mueve muy despacio y en todas direcciones como para que no te pierdas nada.
Hay una mantaraya que cubre buena parta de ese estanque y una morena que les juro me dio miedo retratar, no solo retratar, me dio miedo acercarme. Y si de emprendimientos hablamos, pues el acuario se encuentra en terrenos de la Coca Cola; también de Atlanta.
Pero a mí me tenía que pasar algo y me pasó. Cuando me entretenía viendo los tanques del primer piso noté que había una cherna bastante grande en el fondo del tanque y casi sin moverse ni respirar. Yo siempre tuve peces y conozco más o menos cuando no están bien. Caminé y regresé y volví a caminar y así hasta que no pude más y localicé a una cuidadora y le dije que había un pez en malas condiciones. Ella me acompañó y le pareció lo mismo y se fue en busca de los especialistas. Yo me fui hacia el piso de arriba porque va y había que hacer primeros auxilios y declaración jurada y todas esas cosas y tenía poco tiempo.
Cuando ya me iba –por aquello de que el asesino siempre regresa al lugar del crimen—, fui a ver en qué había parado el animal y ya no estaba allí. Levanté la cabeza a ver si veía a la cuidadora y fue ella la que me vio y vino hacia mí. Me dijo “venga conmigo” y supuse ya estaba en calidad de testigo presencial o de sospechoso, pero me llevó al lado contrario del tanque y allí estaba el tipo nadando tranquilamente por todo aquello. Ella sonrió y comprobé que el pez estaba en excelente condiciones y que además, parecía también mirarme como diciendo: “¡ni dormir dejan a uno aquí!”