¿TENER HAMBRE ES UN DELITO?

CUBA¿TENER HAMBRE ES UN DELITO?

Por Joaquín Márquez ()

Bayamo.- Una mujer, una cubana joven, tal vez con hijos, se encara a oficiales de la dictadura y a represores de civil en Río Cauto, cuando la quieren arrestar, y en un gesto de gallardía tremendo los increpa, y les pregunta qué delito ha cometido. Y de pronto los deja sin voz, los detiene.

«¿Qué delito yo he cometido? ¿Tener hambre es un delito?», les pregunta. Y el oficial se detiene de pronto, tal vez porque reconoce que, aunque no pasa hambre por su posición de privilegio, por ser un protegido de la dictadura, conoce personas y tiene familia que sí pasan hambre.

A su lado, otro regordete vestido de civil riposta a la mujer: «Tener hambre no, pero incitar sí», y me pregunto que incitar a qué. ¿A qué incitaron los habitantes de Río Cauto con sus reclamos y sus protestas?

«María Elena no ha hecho nada. Todos tenemos problemas, que nos lleven a todos entonces», gritaban desde la multitud, en una escena que me recuerda a la Fuenteovejuna de Lope de Vega.

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Es lindo saber que el pueblo de Cuba, al menos en un municipio, en un poblado humilde, se levanta y reclama sus derechos, mientras los gobernantes desesperados intentan aplacar una posible revuelta. Y es también lindo escuchar a alguien del pueblo defender a otro y decir que, «si ella es culpable, todos somos culpables».

Los dictadores no están aterrados. Los de arriba tienen aviones y destinos para irse. Aterrados están los de abajo, los que se prestan para hacer el trabajo sucio, los que hablan de incitación, porque ellos tienen garantizadas sus cajas de pollo, sus cajas de cerveza, sus botellas de ron, y con eso se dejan comprar.

Y son esos los que después van a apresar, a reprimir, a encarcelar, a inventar causas a los participantes en una revuelta legítima, que tuvo su detonante unas horas antes, cuando una mujer se subió a una improvisada tribuna a reclamar sus derechos, a gritar a los cuatro vientos que tenía hambre y necesidades, y dos chivatones, dos perros de presa, vestidos de civil, la secuestraron y se la llevaron presa.

Río Cauto dio un ejemplo. La chispa no se ha apagado. La gente de allí, de aquellos alrededores, tiene la sangre caliente. Muy cerca se produjo el alzamiento de 1868, y cerca también, en esta heroica Bayamo de donde escribo, sus hijos le dieron candela a la ciudad para intentar evitar que cayera de nuevo en manos españolas.

Los sátrapas del castrismo no pueden encerrarnos a todos en unas mazmorras. En una cárcel ya estamos, pero no hay muros ni rejas para tanto. Y si vamos a morir, que no sea de hambre, viendo cómo se nos escapa la vida desde una acera, sino peleando y dándole la cara a los criminales que nos han robado todo y que luego proclaman que su revolución ha dado todo lo que tiene este país.

Aquella secretaria del partido asustadiza que dijo que en Río Cauto todo lo hizo la revolución, debe saber que allí sobraba la comida, el pan y la ilusión, aunque hubiera algunos pobres. Ahora las cifras se invirtieron: unos pocos perros del régimen viven más o menos bien y el 95 por ciento de los riocautenses navega en la pobreza o la indigencia.

¡Gloria a los valientes de Río Cauto! A esos que no dejan morir la hidalguía y que demostraron que el espíritu de rebeldía del pueblo cubano no ha muerto, por más que intenten controlar y mancillar.

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