Por Pedro Monreal (El Estado como tal)
La Habana.- La ruina agropecuaria es el componente más alarmante de la crisis estructural de Cuba, el fracaso más sonado de la política económica gubernamental, un factor crucial del empobrecimiento masivo y fermento de malestar político.
La crisis agrícola que comenzó antes de la pandemia condujo a que en 2023 los niveles productivos para siete importantes categorías fueron inferiores a los de 2013, con una pavorosa contracción en un alimento básico de amplio consumo popular como es el arroz.
La crisis pecuaria, que también comenzó antes de la pandemia, ha conducido a enormes reducciones de las fuentes nacionales de proteína animal (carne de cerdo, leche y huevos), destacándose la aniquilación de la ganadería porcina del país.
La producción de carne vacuna registró en 2023 un nivel ligeramente superior al de 2013, pero inferior al “pico” productivo de 2018. Sin embargo, la relativa estabilidad (estancada) de la oferta nacional de carne vacuna no compensa el colapso de la ganadería porcina.
El sector agropecuario es crucial para el bienestar social (ingresos del trabajo, seguridad alimentaria y poder de compra de hogares) y es clave para la productividad nacional (el agro es el mayor empleador del país). Su ruina afinca la crisis nacional más amplia.
Una importante lección del proceso de superación de la crisis del llamado “periodo especial” de los 90s fue que incluyó una rápida recuperación agropecuaria.
A diferencia de aquello, hoy el agro se hunde cada vez más. Esa comparación la abordaré en una próxima nota.
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