Por Eduardo Díaz Delgado ()
La Habana.- Los ancianos cubanos están tan desamparados por la misma revolución que prometió que nadie quedaría desamparado, que se han convertido en un símbolo del fracaso de este proceso y del sistema.
En un país cada vez más desigual, donde el único paliativo frente a la inequidad es que aquellos con un poco más de recursos intentan irse, mientras los que están mejor ya se fueron o entran y salen de manera intermitente.
Es un país en crisis, con jóvenes —y no tan jóvenes— observando cómo quienes alguna vez recibieron un país vigoroso enfrentan ahora un retiro miserable, una vida llena de carencias, con sus hijos viviendo fuera o deseando desesperadamente irse, y una idea muy clara de que no hay futuro.
Es decir, se ven a sí mismos en los ojos tristes y envejecidos de generaciones que sacrificaron su vida por nada. Gente que alguna vez tuvo algo en qué creer y a qué aferrarse, pero que al final de su vida se dio cuenta de que sus sacrificios no fueron para sus hijos, quienes están peor que ellos, ni mucho menos para sus nietos; y entonces, ¿para qué continuar si la tendencia es clara?

Si esa generación, que tenía algo a lo que aferrarse, ha visto el fracaso hacerse realidad, está ahora desamparada, sin nada y sin país… ¿Qué puede esperar un joven? ¿Podrá confiar en el relevo de aquellos que pidieron grandes sacrificios, pero que hoy exigen esfuerzos sin sacrificarse ellos mismos?
No se le puede pedir a esa generación que crea si ya no hay nada creíble en lo cual confiar.
Esto no se desmoronará por una explosión social, sino por una implosión del sistema. Junto con el petróleo, las perspectivas y el futuro, también se agotan las ganas de continuar.
El desánimo y la apatía con la que las personas colaboran con el sistema están haciendo que este falle, aumentando de forma masiva la decepción y multiplicando los errores. Es impresionante cómo, en medio de esta aparente calma, se desmorona la imagen de algo que no solo quedó en promesas hermosas y realidades ficticias, sino en el rotundo fracaso que hoy vemos.
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