
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Manuel Viera ()
La Habana.- A veces la realidad abruma. A veces pierdo la fe en el ser humano. El ser es muy complejo, a veces más de lo que pudiera parecer normal.
Hace dos días publiqué algo que me pareció un gesto extremadamente noble y pensé muy para mí… «esto es algo que desde ningún punto de vista se podrá criticar».
Unos chicos ofrecían agua fría gratuita a las personas sedientas en medio de una feria y bajo un sol insoportable. Un gesto noble y altruista que, sin embargo, siempre resultó criticado por algunos, pues los muchachos eran religiosos. Algo que supe solo porque les pregunté.
Todos tenemos derecho a plantear nuestro criterio por ello siempre prefiero no contestar comentarios, en señal de respeto al criterio personal, sin embargo, algunas posiciones dejan claro porqué el mundo anda tan jodidamente mal. La causa es muy sencilla: se llama intolerancia. Algo que cuando se hace sin respeto incluso me irrita.
Durante muchos años en Cuba se discriminó en materia religiosa. Y aunque hoy se discrimina de muchas maneras, afortunadamente somos finalmente un país laico, podemos practicar cualquier religión en la que decidamos poner nuestra fe.
Hubo personas que vieron el acto de aquellos jóvenes religiosos como un acto de mala fe, pues según ellos seguramente buscaban atraer personas a su credo, había otros que les ofendían llamándoles hijos de satán y tonterías desde una intolerancia religiosa abrumadora.
Al respecto me veo obligado a emitir mi criterio, ese al que tengo derecho: La decisión de practicar una religión es personal, nadie te puede obligar a ello. El acto de predicar una religión y transmitir la palabra de un profeta no es un acto de intolerancia. La decisión de escuchar o no, creer o no, siempre será del individuo. Nadie tiene derecho a considerar que la religión que practica es superior a otra, ni a imponer su fe denigrando al resto de credos.
Particularmente, me considero ateo, mormón, yoruba, católico, protestante, budista, judío, musulmán, indú y hasta egipcio. Respeto por igual cada credo que existe sobre este planeta, todas las religiones. No las veo como credos que se aprovechan de las personas.
La fe que el hombre deposita en dioses, símbolos, imágenes o en fenómenos naturales es tan antigua como el propio ser humano. Nadie está obligado a practicarlas. Prefiero a un joven que se arrodilla ante Cristo o ante Buda, a uno que se pase el día vendiendo químicos en la esquina.
La intolerancia es, en gran medida, responsable de muchos de los problemas que hoy vive la humanidad. Y que conste que he leído mucho de religiones y jamás me han obligado a practicar ninguna porque más que nada soy un ser con criterio propio. ¡Gracias a Dios soy ateo!
No aprecio a las personas intolerantes, que no respeten el criterio respetuoso de otros o pretendan imponer a fuerza e irrespeto el propio. Si publico la foto del elegua de mi mujer es porque respeto su fe, como respeto a mi vecino judío, o a mi amigo Mohamad, un iraní refugiado en Cuba que se arrodilla varias veces al día y recita el Corán. Todos tienen mi respeto por igual.
¡La verdad absoluta radica en respetarnos unos a otros!