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Por Fernando Clavero ()
La Habana.- La foto es vieja. Me la encontré en el muro de Facebook de alguien vinculado al béisbol, con un sinfín de comentarios debajo, cada uno agregando un poquito más a la historia de la instantánea.
Si la miramos así, lo primero que nos viene a la mente es una escuela al campo, tal vez dos profesores que recogen algunas cosas antes de marcharse de pase. O tal vez una prisión, de esas de campamentos de trabajo, aunque esos sitios suelen ser más organizados y los reclusos, cada amanecer, lo primero que hacen es dejar la cama bien tendida.
Pero no, esa foto es de un equipo de béisbol, del Camagüey que ganó la III Serie Selectiva, al mando de Carlos Gómez, y donde militaban estrellas como Omar Carrero, Gaspar Legón, Oscar Romero, Lázaro Santana, Sergio Quesada, Felipe Sardy, Sandalio Hernández, y algunos más que en algún momento llegaron a la selección nacional.
En aquel entonces, mucho antes también, e incluso años después, esas eran las condiciones en las que vivían los peloteros durante las llamadas series nacionales y selectivas: dormían en los estadios -René Arocha dice que esa foto es en el Capitán San Luis, porque era el único que tenía literas de tres pisos- a merced del calor, de los mosquitos, con la comida lamentable de los comedores de esas instalaciones, en camas incómodas…
En esos tiempos, lo admito, había pasión por el béisbol y no solo en Camagüey se repletaban los estadios. Ocurría en toda Cuba, aunque los juegos se iniciaran tarde en la noche y terminaran en la madrugada.
Luego, después de iniciarse el éxodo de las principales estrellas, a los peloteros les mejoraron las condiciones, los alojaron en hoteles -algunos de mala muerte, pero hoteles al fin- y comenzaron a viajar en ómnibus buenos, pero ya habían descubierto que el destino estaba hacia el norte y hacia allí enfocaron su brújula.
Arocha abrió la brecha, marcó la ruta, y a partir de ese momento no ha quedado una estrella en Cuba. Todas tomaron el camino del profesionalismo, algunas a Japón, previo acuerdo con la Federación Cubana, pero lo cierto es que el torneo doméstico, que ahora se juega en las tardes, por la escasez de electricidad, no lo va a ver nadie.
La pelota cayó en barreno, como un avión de guerra cuyo destino es estrellarse contra el suelo, y nada ni nadie la va a levantar, al menos mientras los que dirigen Cuba permanezcan en sus puestos con sus políticas erradas sobre todo, incluido el deporte.