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Por Jorge Sotero
La Habana.- Esta foto me la robé del muro de Edmundo Dantés Junior. Es una foto cualquiera, y pudiera ser una más de las que traigo a esta sección para sacarle filo, pero esta vez no lo haré.
Ante todo, quiero pedirles que vayan al muro de Edmundo, que se van a encontrar en él cosas buenas, hilarantes, tristes, pero siempre alguna que los hará pensar. Que no es este caso, el de la foto de hoy.
Esta vez, como siempre, el Hombre de la Limonada se puso lo que le dijeron que debía ponerse -me refiero al gorrito- para entrar a esa fábrica, que debe producir, tal vez, yogurt y que casi seguro no produce nada, y «allá va eso».
En plata cubana, la cara del impuesto presidente es la de un ‘comemierda, y si quieren no me perdonen la palabra. A fin de cuentas es una licencia que nos tomamos en ocasiones los que escribimos acá, y que Helena, la jefa y a veces editora, se hace de la vista gorda y las deja pasar.
La foto es una maravilla. Todos, de una forma u otra, ponen cara de tontos. El que dice ser el presidente de Cuba tal vez porque no sabe qué pinta allí, para qué lo metieron en ese embrollo un viernes, esos días en los cuales termina temprano y luego se va a casa, se mete en la piscina y se toma unos wiskys con masitas de cerdo frita.
La presunta interlocutora no puede poner peor gesto. A ella la quemaron con la llegada del gobernante y lo mira como diciéndole: «posemos para la foto y terminemos con esta comedia de una vez».
O tal vez ni le dijo nada. Al final de cuentas, la foto me gusta, porque es una representación del ridículo al máximo nivel. Y si alguien cree lo contrario, que me expliqué qué hace un jefe de Estado metido en una industria que no tiene soya, tampoco leche, donde no se produce nada… que alguien me diga… cómo la canción de Santa Rosa.
Nada, es sábado y tiempo de joder, y a mí, a pesar del odio que me inspira, Limonardo me sirve a veces para burlarme. Y punto.