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Por René Fidel González
Santiago de Cuba.- Lo que esperábamos de ellos era valentía, generosidad y compromiso. Tales son las dimensiones en que hemos sido y somos actualmente defraudados, pero lo que recibimos -y parecemos estar condenados a seguir recibiendo de ellos- ha sido cobardía, mediocridad, banalidad y las mentiras propias de personas que nos desprecian e irrespetan profundamente en nuestra confianza, sentido común y nobleza.
Mientras sus hechos parecen superar y desafiar nuestra capacidad para entender su ausencia de talento, carácter, integridad e imaginación, parecen sin embargo confirmar el grado de responsabilidad que tenemos en que el secuestro, la adulteración y perversión de la cultura democrática y la supresión de la racionalidad y de la honestidad en la vida política, hundan y finalmente sometan dentro de un abismo de vileza, venalidad y latrocinio a la próxima generación de cubanos.
Jamás antes en Cuba se pudo traicionar tanta confianza ni crear tan perfectas condiciones y oportunidades para que las virtudes en las que creemos fuesen acorraladas, derrotadas y lo que es peor, desahuciadas, como condiciones para alcanzar el éxito, la plenitud personal y el respeto público.