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Por Tania Tasé ()
Berlín.- Me he montado en la Línea 2 del metro de Berlin. He subido en la primera estación Berlin-Pankow, iba a trabajar o a visitar a mi familia, o las dos cosas.
Porque en los sueños nunca puede saberse /recordarse con exactitud nada.
Seguramente iba al trabajo porque estaba leyendo los Emails de mi jefe en mi celular de servicio. Me entretuve y me pasé de estación. Eso no es nada extraño, me pasa todo el tiempo.
Como en un sueño dentro de otro, miro la pizarra del vagón para ver cuál sería la próxima estación. Juro que decía Coppelia. Me alegré mucho, pues ahí me estaban esperando mis amigos muertos que no se mueren. Y los vivos que no tienen vida. Descendí como si fuera la cosa más normal del mundo. Al salir de la estación a la calle me cegó el sol implacable de La Habana. No me extrañé aunque estaba viajando todo el tiempo de noche. ¿Por qué habría de extrañarme si bajo tierra siempre es de noche?
Como en ciertas celdas, de ciertas prisiones de cierto país. Donde mis amigos que no saben que lo son le ponen luz al mundo.
Justo cuando iba a empezar a quejarme del puto sol (soy un animal del berro, por si alguien aún no lo sabe) me saltan al cuello el Chino, el Denis, el Suave, la Gladys, El Flaco y otros de mi banda del bochinche playero gozón y también de noches lloronas de hospital y de días de sudor y bronca perdidos en las colas del mercado, cuando aún «llegaba» algo de la libreta.
¡Oh, sorpresa! Las canecas de ron prestas en sus manos. No sé de dónde salieron mis maletas cargadas de medicinas y regalos, si yo sólo me había subido al metro con mi mochila eterna. Cada uno cargó una y nos fuimos a la playa.
¡Al mar, coño! Al mar en primer lugar. Al mar como único destino, como fin de todos mis caminos.
Sólo sentía una alegría salvaje largo tiempo domada y escondida en el rincón de los «no me estorbes y no me jodas».
Y no me calmé hasta que todo mi cuerpo fue de sal y las pecas explotaron. Y yo cantaba y mis amigos conmigo: los muertos vivos y los en vida muertos. Y nos tomamos las canecas y dimos chucho y ellos trataron sin éxito de sacarme del agua, porque había que irse ya.
Ya yo tenía que ir a trabajar. Justo cuando iba a pedirles como niña «un ratito más «, me desperté.
Desperté sola llorando sin mis amigos muertos vivos, sin los otros muertos en vida.
Sin mi tierra y sin mi mar de sal.
Sin mi sueño.
Cada vez que despierto de este sueño, ando días sin funcionar.
Alguien más lo hace por mí.
Yo soy apenas otra de las muertas- en-vida.
Me cago en tó.