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Por Esteban Fernández Roig

Miami.- Al triunfo de la barbarie andaban buscando al coronel Merob Sosa, y este hombre fue sacado a empellones de Hospital Militar donde lo estaban atendiendo por una molestia en el ojo, tras haberle caído pólvora.

Fue llevado a un juicio improvisado y espurio que le abrió los ojos a muchos cubanos sobre lo que nos venía encima.

Sentado a mi lado viendo la farsa judicial por la televisión, estaba mi padre quien días antes me había dicho: “Estebita, se jodió Cuba». Lo miré seriamente y le dije: “Viejo, tienes razón, nos jodimos”…

¿Qué demostró el juicio público a Jesús Sosa Blanco en enero de 1959?

Muchísimos compatriotas comprendieron que los “Rebeldes” no eran los soldaditos humildes con rosarios colgados en sus cuellos, que nos quisieron enseñar.

Ante nosotros esa Revolución que nos querían vender como “benevolente y tan verde como las palmas” presentó su verdadera cara y su alma sedienta de sangre.

No fue un juicio, fue un Circo romano, quisieron exponer al “peor de los criminales que había cometido infinidad de crímenes”, sin presentarnos ni una sola prueba contundente del más elemental de los abusos.

A los imbeciles testigos les preguntaban: “¿A qué usted se dedica?” Y respondían: “A Sosa Blanco”…

Toda persona decente, conocedora de las leyes, y de lo que hasta ese momento era un juicio justo, se quedó aterrada.

No permitieron ni un solo declarante en defensa del acusado, la sentencia de muerte ya había sido premeditada y dictada por el tirano en ciernes.

Por primera vez en la historia los cubanos escuchábamos de San Antonio a Maisí los gritos infernales de “Paredón”. Fue el inicio del baño de sangre más bestial que recuerde este Continente.

Desde instante fue ahogada en sangre toda desavenencia con la recién instalada tiranía.

Miles de cubanos fueron pasados por las armas por discrepar, por católicos, por oponerse, y las cárceles se abarrotaron de presos políticos donde algunos llegaron a cumplir hasta 30 años de cárcel.

Jesús Sosa Blanco dejó de ser un crimen aislado para convertirse parte una cruel estadística.

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