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Por Jorge Sotero ()
La Habana.- Cada vecino que me encuentro, de esos que saben que estoy al tanto de lo que acontece en el mundo, me pregunta por lo que creo de la situación en Venezuela, y si considero que el pueblo terminará por echar a Nicolás Maduro del Palacio de Miraflores.
En mis respuestas, a veces soy optimista, porque respondo con el corazón, pero cuando lo hago con la cabeza, que es como debería ser siempre, no lo soy tanto. Me gustaría que el tirano venezolano terminara por abandonar un puesto desde el que ha regado de miseria y sangre a uno de los países más lindos y con más recursos del mundo. Y no me interesaría que evadiera la justicia. Me conformo con su marcha.
Maduro tiene vías de exilio. En La Habana le abrirían las puertas. Miguel Díaz-Canel y Raúl Castro no estarían muy contentos de recibirlo, porque significaría que se terminó lo que ellos ayudaron a nacer y crecer, pero no tendrían más opciones. Y aunque no hay muchos otros lugares a los que podría ir, siempre aparecerá una Turquía que lo acogerá. Incluso Irán, se me antoja pensar.
Pero él no quiere irse. No hay nada como contar con un séquito de adulones, dispuestos a todo, todo el tiempo, aunque para mantenerlo tengas que encarcelar y asesinar, que es lo que está haciendo Maduro en estos momentos.
Él sabe que perdió las elecciones. Sabe del fraude, porque él fue parte del proceso. Y no ha presentado pruebas de que ganó porque no las tiene, y porque María Corina Machado se le adelantó a todos. La líder opositora sabía lo que iban a hacer, se adelantó y se hizo con más del 80 por ciento de las actas, las cuales aseguran el triunfo de Edmundo González Urrutia, aunque en el 16 por ciento restante hubiera obtenido Maduro el ciento por ciento de los votos.
González Urrutia le ganó por paliza al delfín de Hugo Chávez, al satélite de los Castro, y a medida que pasan los días, sigue la represión, sus negativas a abandonar el poder, las presiones para que quienes están cerca mantengan su firmeza. Acá les voy a dejar un vídeo en el cual se ve a su aliado incondicional, Elvis Amoroso, presidente del CNE, decirle que se necesita resolver urgente la situación, y él solo le responde conque con la «mafia no se negocia».
Ver el vídeo acá ()
Porque un mafioso como él se toma el derecho de calificar así a cualquiera.
En tanto, el plazo dado para que presenten las actas que justifiquen su triunfo se agota. Y ya buscarán un motivo para no hacerlo, a pesar de que la farsa del ataque informático quedó al descubierto, lo mismo que su triunfo, por las pruebas presentadas por María Corina Machado.
Tal vez digan que Venezuela no actúa bajo presiones, algo similar a lo que hicieron los Castro durante muchos años, cuando la comunidad internacional, cada vez más silenciosa, exigía pruebas de algo.
Aún así, unos 40 países del mundo reconocieron su victoria. Los primeros, antes de darse los resultados de la votación, incluso, fueron Miguel Díaz-Canel y Raúl Castro, y luego alguna potencia, como Rusia o China, y los países orientados a la extrema izquierda de Asia y África, más dos o tres gobiernos de Latinoamérica, entre ellos otra tiranía, como las de los Ortega-Murillo, en Nicaragua.
Lo cierto es que han pasado ocho días de las elecciones y el tirano que medra en Venezuela sigue solo, sin pruebas, sin deseos de abandonar Miraflores, con el respaldo de unos militares comprados, que han puesto al gobierno de turno por encima del país, pero sin muchas presiones desde el exterior -léase Estados Unidos- porque desde la Casa Blanca saben que buena parte del combustible que se consume en la parte sureste del país va desde Caracas y no quieren enfrentar eventualidades.
Al mismo tiempo, como consecuencia de la represión desatada y la persecución de los involucrados en las protestas, muchos venezolanos decidieron que era el momento de marcharse. No importa el país, no importan los riesgos, continúa la estampida, tal como sucede en Cuba, porque apretar para que la gente se vaya es la única forma que tiene para sacarle un poco de vapor a la olla, que está a punto de explotar.
Maduro sabe que los días van enfriando las pasiones. Desde La Habana también, pero yo, aún, me resisto a pensar que, a pesar de ganar las elecciones, los venezolanos tengan que aguantar al menos otros seis años bajo el yugo de un tirano asesino, como Nicolás Maduro.
Tal vez mi forma de razonar se deba a que creo que la estampida de Maduro puede acelerar la del Castrismo. Solo que desde acá no hacemos mucho y solo aspiramos a que otros nos hagan el trabajo. Porque tengo claro que los tiranos no salen por las buenas. Y si no me cree, repase la historia.
Por eso siempre le digo a esos vecinos que me preguntan que aún el inquilino del Palacio de Miraflores se puede convertir en huésped ilustre de algún lugar de La Habana. Algo así como que si dios los crió, que el diablo los junte.