Enter your email address below and subscribe to our newsletter

CUBA: EL PESO DEL DAÑO PSICOLÓGICO

Comparte esta noticia
Por Hermes Entensa ()
Nuremberg.- Ya va bajando la marea de Mijaín, y hoy es que me animo a escribir el tema:
El daño psicológico que ha causado el reinado del totalitarismo en los cubanos es inmenso.
Yo no veo competencias de lucha porque no me apetece ver a dos tipos revolcados, dándose amor-odio mientras la multitud enardecida grita a favor de uno o del otro. Me gustan los deportes de combate, pero más estéticos y marciales.
No vi la pelea de Mijaín. El tipo es fuerte, macizo, e indudableme era el favorito, y ganó.
Por supuesto, también llamó al jefe de la tribu apenas terminó la pelea –eso sí lo vi en las redes– y le dijo: «Hemos cumplido». Bah, lo de siempre, lo ha hecho eternamente desde que puso el primer pie en la arena.
Si hubiese sido en la Grecia antigua, fuera el campeón de lucha Pancracio, hubiera matado al menos a cinco contrincantes, y anduviera en cueros por las calles de Atenas dándole vivas a Heracles. Pero el tipo es un cubano del siglo XXI, donde no se permite matar en escena, aunque lo desee y se lo ordene el jefe de la tribu.
El daño psicológico de nosotros los cubanos pesa demasiado, y hemos tenido –nos han obligado– que desearle el fracaso a todos los representantes de Cuba en torneos internacionales, tantas veces, que vale un estudio sobre esta actitud.
He visto a millones de fanáticos emigrantes, exiliados en cualquier lugar del mundo, defender los colores de sus banderas en todos los encuentros deportivos; es hermoso verlos a favor de sus patrias estén donde estén, pero, ¿por qué no funciona igual en una enorme cantidad de fanáticos cubanos? ¿Qué condicionó esta actitud? Debe ser que en Cuba, la música que se escucha en la radio, las películas que vemos en la televisión, los libros que se venden, y los deportistas que se esfuerzan, el gobierno cubano los manipula como un hecho político, como una trinchera ideológica porque esa es la forma diseñada para concebir un suceso que debe estar casado con el sistema impuesto.
Hasta el pan con croqueta, y la aspirina que nos tomamos es un hecho político, y el Estado cada cierto tiempo publica notas en la prensa, dando la cifra de los dineros que gasta en el pan con croqueta y la aspirina, destacando el «sacrificio» al ofrecerle al pueblo esas miserias.
Todo es político porque así está establecido, para que los ciudadanos tengamos el deber de agradecer profundamente y cantar loas al Estado. Recuerdo aquella canción de Silvio: «Hoy mi deber era cantarle a la patria, alzar la bandera, sumarme a la plaza». No, señor, no es ningún deber cantarle a la patria de ese modo, y menos sumarnos a la plaza, porque eso implica que tenemos la obligación de cantarle al gobierno, y a los gobiernos no se le canta, mejor se les exige y se ponen eternamente en tela de juicio, porque los gobiernos se deben al pueblo, y no el pueblo a los gobiernos.
Así sucede con Mijaín. Lo han utilizado como muñecón del carnaval político-ideológico, y nos cansa la comparsa, nos cansa que cada suceso deportivo y cultural, estén amarrados con alambre de púas con la política del Estado y su maquinaria propagandística.
Sería hermoso que un día los cubanos dentro de Cuba y los que viven desperdigados por el mundo, colmaran los estadios a defender a los deportistas de nuestra isla, y no, como sucede hoy, tener como favoritos a jugadores y equipos foráneos. En este caso de Mijaín, su contrincante fue otro cubano exiliado, y estoy seguro de que la prensa oficialista no hablará de él ni alabará su medalla de plata.
Sería hermoso y fácil aplaudir a Cuba, pero el primer paso para que eso suceda debe darlo el gobierno, pidiendo disculpas por tantos años de politización, por tanta agresión a los que han disentido, por tantos actos de repudio, deportaciones, por tanta gente presa por sus ideas, por tantos fusilados, tantos golpes y maltratos, tanta censura y huevazos en los 80’s, cuando la emigracion era tildada de escoria.
El Estado tiene que dar el primer paso porque este se debe al pueblo, y por supuesto, el pueblo es el que ordena y manda. El día en que esto suceda, seguramente todos los que hoy odian o se ponen en contra de los deportistas cubanos, irán con banderas a regocijarse de sus triunfos, y por primera vez en sus vidas, van a poder quitarse de la piel el odioso olor a huevo podrido que no los deja vivir, y que recibieron en sus rostros el último día en Cuba.
Hace dos días comenté en un escrito ajeno que yo trataría de ver la pelea de Mijaín centrándome en el deportista, no en el vocero estatal, y que si después decía alguna bazofia, apagaría el TV e iba a sentir por el tipo tremenda lástima. No vi la pelea, no tuve ánimos para perder el tiempo en un deporte que no me gusta; y el luchador habló, y dijo las tonterías esperadas.
Por supuesto, me da muchísima lástima con este excelente luchador que posee técnicas y fuerza descomunal, y que como buen muñecón de carnaval, sale a pelear a favor de una política estatal que ha querido convertirnos a todos en idénticos muñecos de papel maché.

Deja un comentario