Por Pablo Alfonso
México DF.- Corría el 13 de Marzo de 2003 y yo cumplía uno de mis mayores sueños, presentar a la Reina de la salsa, Celia Cruz. El teatro Jackie Gleason, de Miami Beach, estaba repleto. Grandes exponentes de la música y un público que la idolatraba, asistían al justo homenaje.
“Señoras y señores, ante ustedes, la más dulce de las cantantes, quien puso el nombre de Cuba más alto que sus palmas, esa que prefiere no llorar, pues para ella la vida es un carnaval. Recibamos con un fortísimo aplauso a…..”
En ese momento, mami me despertó. Truncó mi sueño y me ordenó ir a la bodega a buscar el pan del día anterior, que había acabado de llegar. Se rompió el añorado momento de presentar a una de las más grandes de la cultura cubana. No tuve el placer de anunciar una de sus actuaciones, tampoco verla actuar en vivo. Esa culpa, no es de mi madre, ni del bloqueo; es de Fidel Castro.
En el homenaje de marras, cantaron Gilberto Santa Rosa, Víctor Manuel, Tito Nieves, Jose Alberto «El canario», Luis Enrique y muchos otros artistas de renombre mundial. La conducción del espectáculo estuvo a cargo de Gloria Estefan -otra cantante cubana censurada por el régimen- y por el salsero Marc Anthony, quien siempre declaró su fanatismo por la intérprete de La Negra tiene tumba’o.
Ese tributo nunca se transmitió por la televisión cubana, ni tan siquiera por ser la última aparición pública de la guarachera de Cuba. Los medios oficiales castristas no hablaron del evento. Era más importante hablar de sustitución de importaciones. Para ser más exactos, por esos días se llevaba a cabo la encarcelación injusta de ciudadanos disidentes cubanos, conocida como La primavera negra. Para el gobierno cubano, esa serie de arrestos contra los detractores del régimen, le interesaba mucho más.
Celia llegó muy tarde a mi vida. Demasiado. Tenía 30 años y fue en España. Yo animaba un espectáculo musical y la mulatísima cubana se escuchaba en cualquier bar. El mundo entero bailaba el ritmo contagioso de sus canciones. Y olvidaba, o no sabía que Fidel Castro, el dictador y dueño de Cuba, la desterró, la sepultó en vida.
Si Celia y Castro hubiesen sido un matrimonio, alguien atribuiría que se divorciaron por incompatibilidad de caracteres. Una mujer tan lúcida, con tanto sabor y candor, no podría casarse con quien ‘cagó’ a todo un país.
Esta mulata era todo lo contrario. Esa sí amaba su terruño. Fue tanto su amor por Cuba que no hubo escenario en el mundo que no hablara de su isla. Desplegaba un sabor a cubanía y gozaba de una personalidad sin par.
Nunca se amilanó. A pesar de no poder despedir a su madre, siempre añoró a su isla. La tierra que se llevó en su visita a la base naval de Guantánamo, la acompañó en todos sus triunfos.
Contó en su haber con más de 70 álbumes. Acumuló todo tipo de premios y menciones en su larga trayectoria artística. Su legado es tan grande que hoy vuelve a ser noticia. En el 2024 su rostro aparecerá en la moneda de 25 centavos del dólar estadounidense. Será la primera latina con tan distinguido honor. ¡Qué grande eres, Celia! Sigues siendo una leyenda viva.
Mientras tanto, los medios oficiales de Cuba no se han enterado de la noticia. La culpa de tanto silencio, sigue siendo de Fidel.