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El Nietzsche más humano

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Por Datos Históricos

Turín, enero de 1889. Friedrich Nietzsche sale de su hotel. Frente a él, en una plaza, un cochero golpea con violencia a su caballo. La escena es brutal. Pero Nietzsche no grita, no corre… Se acerca al animal, le rodea el cuello con los brazos, lo abraza con fuerza… y rompe a llorar.

Aquel momento marcaría el inicio visible de su colapso mental. Poco después, Nietzsche quedaría en silencio, completamente apartado del mundo. Pero para muchos, ese instante no fue locura, sino lucidez.

Milan Kundera, en La insoportable levedad del ser, lo escribió con una carga simbólica poderosa:

“Nietzsche ha venido a pedirle perdón al caballo por Descartes.”

Porque, en efecto, Descartes sostenía que los animales eran meras máquinas, sin alma ni dolor verdadero. Pero Nietzsche, en ese gesto de ternura desesperada, parece rebelarse contra esa idea… llorando no solo por el animal, sino por toda la humanidad que ha dejado de sentir.

Ese fue el Nietzsche que dejó de hablar, pero también el Nietzsche más humano.

El Nietzsche que amó más allá de las palabras.

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